24. Zephir

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El despacho del terapeuta es serio de madera, lleno de estanterías con libros y pinturas que reflejan historia griega fue una señal de luz verde. Me senté en el asiento frente suyo antes de que él lo notara.

Es un hombre mayor de unos treinta años, o más, tiene el cabello café con la barba bien recortada, sumado a un elegante atuendo gris. Se reacomodó las grandes gafas al verme.

—Buenas tardes, ¿Con quién tengo el gusto de pasar la tarde?

Reí, como si no supiera que soy yo.

—Zephir.

—Ahh, Zephir —él también sonrió—. ¿Sabía usted que su nombre es alemán?

Fruncí el ceño, sin duda me esperaba una interrogación incomoda acompañada de una frase motivacional vacía, en lugar de eso, este señor estuvo bromeando conmigo.

—No es chiste —aclaró tranquilo—. significa Céfiro en español.

—¿Y qué es céfiro? —indagué.

—Viento suave y agradable de primavera, siendo especifico, es una brisa apacible.

Alcé al cejas, me vengo a enterar a estas alturas de la vida. Pensé que era el nombre de una joya.

—También es un Dios griego, el Dios del viento del oeste —debió verme anonadada por los detalles sobre mi nombre por lo que cambió la conversación—. yo soy Donaldo, pero me dicen Donald.

—Hola Donald. —al pronunciarlo se me curvaron las comisuras, en mi mente su nombre es gracioso, como el pato Donald.

—¿Estás bien con que tengamos la puerta cerrada? —preguntó de pronto—. puedes cambiar lo que quieras en la sala si eso te hace sentir cómoda, yo voy a estar aquí toda la mañana, puedes hablarme de lo que desees cuando quieras y sientas que lo quieres compartir, solo cuando te sientas a gusto.

—Gracias —miré a mi alrededor, fijé los ojos a la puerta agradecida de que no se oyera nada—. me gusta la privacidad, estoy bien con eso, ¿Esta es tu oficina?

—No, este es el sitio del castillo que me asignaron para que charlemos, lo decoré como pude.

—Debes pensar que soy una pesada por hacerte venir hasta aquí solo por mí.

—Yo no pienso eso para nada, ¿Tú piensas eso? —me observó a detalle cuando asentí—. yo no —reiteró—. es un honor estar aquí, no porque seas la princesa, sino porque es un honor estar para los demás. Me apasiona y estoy aquí para ayudarte a que tú también recobres la pasión.

—Nada me apasiona. —respondí impasible.

—La pasión por vivir —explicó—. cuéntame, ¿Hay algo de hoy que te haya gustado antes de venir aquí?

—Eh... No. No le presto atención a los detalles ¡Y yo sé que debería porque ahí está lo esencial! Es que vivo en mi mente, entonces pues no sé, no recuerdo mucho del día de hoy hasta llegar aquí, este sitio huele a pino y café —olfateé—. con naranjas.

Él me prestó atención en todo momento, incluso anotó algo en una hoja que no pude ver. Donald es la calma hecha persona, parpadea lento, sus expresiones son suaves, su voz calmada y baja, solo se le oye lo suficiente para tener una conversación. Su perfume huele a cítricos.

—¿Te gustan los aromas?

—Soy muy sensible a ellos —comenté—. soy muy sensible en general, pero me gustan los olores, los perfumes, las esencias, entre otros. Hace rato no les prestaba atención.

Si ellas quisieranWhere stories live. Discover now