27. El miedo, y otras tormentas

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Zephir

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Zephir.

Odio que el miedo sea natural.

Odio tener miedo, odio la sensación de pánico que invade mi cuerpo ante una situación que es propensa a hacerme daño, odio las ataduras que me provoca, el no poder decir algo en voz alta o no animarme a dar el siguiente paso. El miedo siempre ha estado presente en mi vida como un asesino silencioso de buenos momentos, de sonrisas y poco a poco de mi propia felicidad.

Y a veces, dejo que el gane.

Pero para bien o para mal, le doy batalla cada día. Las cosas que valen la pena están del otro lado de la barrera del miedo.

—¿Te vas a hacer redes sociales? —indagó Sherman arqueando una ceja.

—Es que quiero ver algo.

—Quieres stalkear a alguien. —corrigió.

—Donald ayer en la llamada me dijo que a veces tenemos una visión errada de cómo era el pasado —reactivé mi cuenta—. Gennita dijo que August y Ame no se llevan, eso es imposible.

—¿Y la de superar te la sabes? —bromeó sonriente Sherman, borró esa sonrisa en el instante en el que vio mi mirada—. joder, lo siento, quise alivianar el ambiente con humor.

—Es que ¿No que se habían liado antes? Sin mí en medio, Amelié debió aprovechar la oportunidad —rodé los ojos—. y bueno, August tampoco es una santa de mi devoción.

—Sí, recuerdo lo que dijo Milen —Sherman se frotó la barbilla—, igual no me cierra ¿Sabes? No solo que por lo que sé la rubia no era muy abierta a esos temas, sino que, bueno, Milen estaba enamorado de ella —chasqueó la lengua—. un hombre no correspondido y ardido como él pudo haber dicho cualquier cosa.

—¿Ustedes no eran amigos?

—Dejamos de serlo cuando tuve su edad, que nos llevamos un par —explicó con calma—. me di cuenta al estar en su puesto que yo jamás tendría actitudes tan toxicas incluso si la persona que más amara me rechazara constantemente.

Estaba escuchándolo, aunque bastante metida en revisar sus perfiles. Había pistas por doquier así que no dudé en preguntar de manera imprudente:

—¿Te ha pasado?

—¿Amar a alguien y que no me corresponda? —preguntó con suavidad, ahogó una ligera risa al final, aunque no lo viera sentí sus ojos fijos en mí—. No, eh, no me ha pasado. —dijo con ironía.

Correspondí su comentario con una risa incomoda, no por saberlo, sino por haber yo traído de vuelta tal tema.

—Soy estúpida. —susurré.

—Así naciste. —bromeó él.

—Me hubiera gustado poder corresponderte, eres mi mejor amigo, la persona que estuvo siempre para mí sin importar lo mucho que la cagué, que fue bastante —admití nerviosa—. eres sin duda el amor de mi vida en una amistad.

Si ellas quisieranWhere stories live. Discover now