32. Mi tía y sus malos amores

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Ay, joder.

Me limpié los bordes de la boca utilizando la pantalla de mi teléfono como reflejo en camino al coche, por fortuna no me crucé con nadie. Lo que pasó quitó todo pensamiento crítico de mi cabeza, hubiera olvidado el resto de mis actividades recordando sus labios si no fuera porque me puse una alarma.

"Llamar a tía" fue la notificación que interrumpió mi intento de contarle a Sherman lo que pasó, esperé a que con el chofer llegáramos a las cabañas. Si bien la emoción de la cita con Shered seguía impregnada en mí como un tatuaje invisible que permanecerá por el resto de mi existencia hasta que sea solo huesos, el terror a la verdad tras el supuesto romance de la reina podría destruírmelos aún en vida.

Cerré las puertas con llave como si alguien pudiera entrar, subí hasta el segundo piso donde un balcón de madera con vista a las montañas me esperaba. Por fortuna tenía como contactarla mas no esperanza de que respondiera a un número privado y desconocido, pegué la fría pantalla a mi oreja en lo que escuchaba el tono.

—¿Quién? —preguntó del otro lado de la línea, la oí diferente a los años en el que estuvo en el castillo.

—Hola. —saludé sin aliento.

—¿Quién es? —esta vez sonó temerosa.

—Zephir —respondí nerviosa—, hola. Disculpa que te llame sin avisar o luego de años, tengo que...

—¿Zephir? —carraspeó ella—. ¿La reina sabe qué haces esta llamada? ¿Qué ocurrió? ¿Necesitas ayuda?

—Mi madre no está conmigo ni sabe —aclaré seria—. Necesito que respondas una pregunta, con total sinceridad, eso es todo. Perdón si interrumpo algo.

Un corto silencio me permitió escucharla suspirar.

—Dime.

—No sé cómo formular esto, sé que es privado y... Eh, ejem, ¿Tú y mi madre tuvieron una relación o algo parecido? Es que vi un par de cosas de los medios años antes que...

—No. —contestó tajante.

—Vale, déjame replantearlo —farfullé un poco ofendida—. ¿Te gustaba mi madre?

—No, nunca me gustó la reina, ¿Feliz?

Pasaron minutos en silencio sepulcral. Iba a disculparme por tercera vez, estaba por responder un simple "¿No?" cuando ella misma agregó:

—La amaba como a nadie en el mundo.

Mi corazón paró en ese mismo instante, algo lo apretaba en mi pecho. Me sostuve con una mano en el piso mientras que silenciaba la llamaba para soltar una bocanada de aire, absorta en la facilidad con la que pronunció esas palabras y la tristeza en cada una de ellas.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—¿Ella lo sabe? —indagué temblando.

—Hay cosas que se saben sin decirse.

—Nunca le dijiste que la amabas. —concluí decepcionada.

—Ella lo sabe. —afirmó.

—¿Fue antes de que ella se casara? ¿Luego siguieron siendo amigas?

—Siempre hemos sido amigas. Desde antes que nacieras, antes de su boda, desde que su hermano iba a ser el rey y no ella. Lo seguimos siendo, espero.

—Pero...

—Zephir, por favor, debo recoger a mi hijo de su escuela ahora ¿Era esto lo que querías saber? Lo digo porque no comprometo a nadie por cierto, lo que yo diga no amerita ni vincula con nada a tu madre, no quiero problemas.

Si ellas quisieranWhere stories live. Discover now