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Aunque el aire le estuviese congelando los pulmones, él no paraba de correr.

Desde la partida de Rob, Ragnar había hecho todo lo posible por evitar cruzar por aquella zona que tan familiar le era. Allí vivían y descansaban los bonitos de recuerdos que pudo compartir con Rob hace mucho tiempo, cuando ni los problemas ni las circunstancias habían envenenado sus lazos.

Pero no sabía dónde estaba Draco, y todo apuntaba a que la pequeña pareja de los líderes había caminado por ese sendero a Odín, padre de todo, sabrá dónde.

Cuando sus pies se detuvieron justo en la franja que separaba la aldea de esa curiosa entrada al arboleda, Ragnar inspiró de forma profunda para rastrear el olor de Draco. El frío golpeó crudamente sus fosas nasales y no fue una sensación agradable, pero lo hizo de nuevo.

A medida que avanzó por el bosque nevado no pudo evitar preguntarse, en primer lugar, por qué un omega que está a punto de dar a luz se escondería de esa forma tan compleja. Los omegas normalmente se quedaban en sus nidos, les gustaba rodearse de la gente que querían y descansar para recoger fuerzas para el parto.

Pero Draco no parecía muy animado a quedarse más de dos minutos seguidos en la cabaña.

Con cuidado y cautela, avanzó por el bosque aún más seguro de su objetivo. Por mucho que Draco lo intentase controlar, el olor de un embarazo era bastante característico. Además, los pequeños pies de Draco se habían plasmado en el suelo como diminutas pisadas que, aunque la nieve y la brisa las hubieran intentado remover, aún eran visibles y claras para un cazador tan experimentado como él.

Recordaba que a Rob le gustaba pasear por allí. Era una persona complicada; cuando pasaba demasiadas horas en su cabaña estudiando o cuidando a las personas, quería estar solo.

Ragnar nunca llegó a comprender por qué, hasta que entendió que así funcionaba Rob. Comprendió que Rob era imposible de comprender, que por muchas veces que lo observara atentamente y lo viera tranquilo, podía reaccionar de forma muy contradictoria al siguiente minuto.

Una pequeña presión en la boca de su estómago le dejó muy claro que debía de apartar esos recuerdos si lo que quería era seguir adelante. Pensar en Rob en aquel momento sería una forma perfecta de desviarse en su búsqueda de Draco.

Había sido incapaz de pisar aquel sitio desde aquella tragedia.

Los primeros días fueron los peores con diferencia. Pero cuando Draco fue a su puerta y volvió a sacar el tema sobre Rob, fue mucho más horrible que cuando algunos de sus viejos amigos fueron a su cabaña a darle el pésame.

Nunca creyó poder volver a mirar a Draco de la misma forma, no cuando sus rasgos eran tan parecidos y a la vez tan diferentes a los de Rob.

Y sin embargo ahí estaba, buscándolo con la angustia estrangulándolo por la garganta. Erika lo había llamado con verdadera preocupación. Por muy gruñón que hubiera respondido al grito de socorro, en el fondo se alegraba de que la mujer le hubiese pedido ayuda.

El ruido que hacía la cascada había empezado a zumbar dentro de sus oídos incluso antes de llegar allí. El agua chapoteaba, sorprendentemente no todo se había congelado. La nieve seguía cubriendo el suelo que en verano, muy inusualmente, se cubría de pasto áspero y oscuro.

Allí estaba Draco.

Sentado cerca de donde la cruz todavía aguantaba erguida, el omega miraba a ningún lugar en concreto. Ragnar se acercó con paso lentos y vacilantes. Se le revolvieron las tripas, porque allí era donde había tenido que cavar una fosa profunda para enterrar a Rob.

Draco parecía sumergido en sus pensamientos y totalmente aislado del frío que a su alrededor le calaba los huesos. Los labios los tenía suavemente azules y algo de nieve se había asentado en su coronilla como si fueran minúsculas gotas de nieve.

blåøyde omega ;; trillizos!potter [harco]Where stories live. Discover now