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Chapter 4. Rainbow


—Espera un segundo aquí señorita— me pidió, volviendo la mirada en mi dirección.

Asentí, deteniéndose un par de pasos por detrás de ella para darle cierta privacidad, observando en silencio como abría una de las puertas dobles decoradas con bastante detalle, algo que le daba una apariencia lujosa.

—Discúlpeme por venir a molestarlo a estar horas Douma-sama— murmuró, moviéndose levemente para que no pudiera ver que era lo que había en el interior—. Pero he traído a una chica interesada en nuestro culto y le gustaría hablar con usted para terminar de despejar sus dudas.

Ladeando levemente la cabeza mientras reclinaba mi cuerpo hacia un costado, intentando ver algo más allá de la espalda de la mujer y algo de la pared de la habitación, aprovechando que en ese momento no tenía su atención encima.

Rascando rápidamente mi nariz mientras volvía la mirada hacia un costado al notar una nueva oleada de aromas provenir de esa zona, notando un par de miradas curiosas desde el final del pasillo, haciéndome sonreír de lado.

Parecían ser bastante desconfiados.

—Claro, deja que pase— fruncí levemente el ceño confundida al escuchar salir una habitación infantil del interior de la habitación.

Había venido con la intención de ver a un adulto creído, insolente y descarado, no a un niño de unos ocho años (podía que un par más), que era manipulado por alguien más para sacar beneficio de otras personas.

Aunque eso lo volvía mucho más extraño.

—Puede pasar señorita— volvió a dejarme paso, entrando tras de mí.

Paseando mi mirada por todo el lugar, notando la decoración simple y no abundante con relación a la religión que siguieran y que yo desconocía. Mientras que frente a la puerta había una especie de altar con un sillón naranja donde se encontraba sentado un niño.

Cabello rubio con reflejos platinados, ojos grandes multicolores que casi te impedían apartar la mirada de estos, con ropas elegantes y algo grandes para su edad, llevando una especie de sombrero extraño que le hacía parecer más alto de lo que realmente era.

—Disculpa— dije mientras tomaba la muñeca de la mujer con suavidad, impidiendo que cerrara la puerta—. ¿Podría hablar con él a solas?— bajé la mirada hacia mis pies, fingiendo timidez—. Es que... me da vergüenza contarle mis dudas si estás delante.

—Lo siento señorita, pero no puedo hacer eso— negó levemente con la cabeza—. Las normas me lo impiden.

—Sal— dijo el niño con una sonrisa amable. Lo observé de reojo sin decir nada.

Su presencia era bastante extraña, con un aura peculiar, siendo su olor el que me había llamado la atención a penas puse un pie en el lugar.

—Pero, Douma-sama, sabe que es por su seguridad y debe...

—Espera fuera— ordenó, cortando sus palabras. La mujer lo observó con una pequeña mueca inconforme por la orden que le habían dado.

—Como usted ordene Douma-sama— asintió, poniéndose de puntillas para hablarme al oído mientras se aferraba a mi muñeca, y que así no pudiera escucharlo el rubio—. Ni se te ocurra ponerle una mano encima, porque sino...

—No se preocupe, estará bien junto a mí— sonreí de lado sin prestarle demasiada atención a su amenaza.

La mujer gruñó, liberándome del agarre, haciendo una reverencia en dirección al niño, desapareciendo tras la puerta en contra de su voluntad.

Blood [Kimetsu no Yaiba]Where stories live. Discover now