Prólogo.

3.8K 300 36
                                    

El primer encuentro entre Pete Phongsakorn y Vegas Theerapanyakul sucedió cuando ambos tenían nueve años.

Y fue de todo, menos bueno.

—¿Qué miras? —preguntó Pete con tono desafiante al niño pelinegro que lo analizaba despectivamente de pies a cabeza—. Si no vas a comprar algo, vete. Pareces un tonto.

Durante los fines de semana y después de sus entrenamientos de boxeo, Pete ayudaba en la florería de sus abuelos detrás de la caja registradora, recibiendo paquetes o acomodando macetas fuera del local.

Era bien conocido en el vecindario por ser un niño educado y simpático con una sonrisa radiante, pero esa calurosa mañana de agosto se había topado con la vanidad personificada observándolo con desdén, y no planeaba quedarse callado.

—...Tú pareces un pobretón —respondió el otro, como si fuera el peor insulto de todos—. ¿Por eso tienes que trabajar? Porque eres pobre.

Pete se sonrojó y lo fulminó con la mirada.

No, su familia no era pobre. Quizás no se pudrían en dinero cómo la de aquel niño grosero, considerando la ropa cara y poco conveniente para el clima de Bangkok que vestía en ese momento, pero eran felices y vivían de manera cómoda.

Pete tenía nueve años. Edad suficiente para entenderlo. Pero en su defensa, tenía nueve años, edad insuficiente para no avergonzarse cuando un mocoso pomposo lo llamara pobre frente a sus narices.

Así fue cómo Pete se encontró abalanzándose sobre el otro y tirándolo al suelo.

No fue hasta después de cinco minutos pasados en la tierra y suciedad del asfalto que los abuelos de Pete los encontraron cansados y tirados sobre el suelo, jadeando para conseguir aire y mirándose.

—¡Dios santo, Pete! ¿Qué sucedió? —Exclamaron preocupados, pero ninguno de los niños escuchó. Parecían hipnotizados uno con el otro.

El vanidoso pelinegro tenía tierra en toda la cara y Pete se burló al instante. El barro parecía darle un aspecto mucho más mundano y, extrañamente, lindo.

En cambio, el otro lo miró enojado. Su ropa y lentes de diseñador estaban sucios y totalmente arruinados.

—¿De qué te ríes?

—¿Qué se siente que te haya vencido un pobretón? —Preguntó sonriendo. Un par de hoyuelos hicieron acto de presencia—. Aunque siendo sincero, cualquiera te hubiera vencido. Peleas como una chica.

El niño le tiró una patada y se sentó. Miró a Pete a través de sus lentes rotos y dijo:

—Los Theerapanyakul siempre hemos sido hombres intelectuales y de negocios, no bestias salvajes que solo piensan con sus puños.

Pete parpadeó mientras se incorporaba.

—¿Negocios? Suena muy aburrido. Prefiero ser una bestia salvaje que pelear cómo una niña aburrida.

El niño vanidad abrió y cerró la boca al instante, haciendo una mueca de molestia.

Pete volvió a reír.

El entrecejo del niño pomposo se frunció y su labio inferior comenzó a temblar de manera alarmante. Pete se preocupó con una pizca de culpa. Sus abuelos lo reprenderían aún más si se daban cuenta que no solo había peleado frente a la florería, sino que también hizo llorar a un posible cliente.

Con un suspiro de por medio, Pete estiró su puño sucio y dijo:

—Me llamo Pete, ¿y tú?

El otro dudó bastante antes de responder el choque de puños tan poco higiénico.

—Vegas. Vegas Theerapanyakul.

Ninguno de los dos se lo imaginó, pero ese no fue solo el comienzo de una increíble y amarga amistad. También fue el inicio de la relación más importante y despiadada a la que ambos tendrían que enfrentarse en su vida. Sin saber que, la persona a la que más amas, también puede llegar a ser la que más te lastima.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon