Capítulo 10.

2K 229 121
                                    

Pete había perdido la cuenta de las veces que llegó al orgasmo antes de desmayarse.

Estaba agotado. Su espalda pesaba y sus caderas le ardían; sin embargo, ver a Vegas encima de él sin poder detener sus embestidas lo llenó de satisfacción.

La agitación incesante y extendida de sus cuerpos chocando fue lo que lo despertó, encontrándose con la imagen de un hombre necesitado; sus mejillas sonrojadas, el entrecejo fruncido y sus ojos concentrados en la sensación de su pene entrando y saliendo bestialmente del agujero enrojecido e hinchado del otro.

Se sentía (y estaba) desesperado por él.

El rostro de Vegas reflejaba un anhelo finalmente liberado después de estar encerrado y reprimido durante mucho tiempo. Su apetito sexual era insaciable y, hasta cierto punto, atemorizante. No importaba las veces que se corriera o llegara al orgasmo, su pene se mantuvo erecto y hambriento durante varias horas. A diferencia de Pete, quien después de lo que fue (probablemente) su sexto orgasmo, ya no tenía la energía suficiente para mantener una erección completa, mucho menos semen restante que delatara el placer que se había apoderado de todos sus sentidos hasta dejarlo inconsciente.

Los condones se habían acabado, pero ninguno estuvo dispuesto a separarse por ello. El apuro por seguir sintiéndose mutuamente los condujo a conectar de la manera más natural y excitante posible: sin ningún tipo de barrera entre ellos.

Vegas tampoco sabía cuantas veces se había corrido dentro y fuera de Pete. Solo era consciente de que, después de esa noche, el sexo con otra persona sería prácticamente imposible. Después de devorar lo que nunca se atrevió a probar por miedo desde que era un adolescente, no podría tener sexo con nadie más, mucho menos quererlo.

Era increíble cómo una persona podía ser su salvación y perdición al mismo tiempo.

Juntando la poca fuerza que le quedaba, Pete logró alzar sus manos hacia el rostro de Vegas, encontrándose con su mirada y sacándolo momentáneamente de un trance que parecía no tener fin cercano.

—Vegas —dijo con un hilo de voz agitada, notando cómo el otro sujetaba una de las muñecas sobre sus propias mejillas para besarla. Pete tragó con fuerza y jadeó, sintiendo lágrimas cálidas resbalar por su sien antes de preguntar algo que llevaba guardado en lo más profundo de su corazón y que nunca imaginó liberar—... ¿Puedo finalmente llamarte mío?

Vegas exhaló pesadamente y sus labios temblaron al instante, contemplando con pesar la expresión tan dolida del hombre que amaba.

¿Qué tanto había sufrido en silencio por su culpa?

Demasiado.

¿Qué tanto se habían deseado sin poder decir nada?

Más de lo que se imaginaban.

¿Cuánto tiempo habían perdido por mera cobardía de ambos?

Más de lo que les gustaría admitir.

¿Qué tanto se habían lastimado uno al otro?

Tanto que aún dolía.

—Dios mío, Pete —habló con desamparo mientras limpiaba su llanto y plantaba besos gentiles sobre todo su pequeño rostro—. Soy completa y totalmente tuyo. Siempre lo he sido y siempre lo seré. Así que, por favor, te lo ruego, tú también se mío hoy y siempre.

Pete sollozó todavía más al escucharlo, aferrándose a la espalda de Vegas y a sus embestidas ahora lentas y cuidadosas. Quería perderse en él, en ese sentimiento que presionaba su pecho, su garganta y la parte baja de su estómago. Lo quería tanto, de tal manera que no le importaba el arrepentimiento que lo carcomería a la mañana siguiente.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now