Epílogo.

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| Vegas y Pete – 53 años |

¿Hay edad en la que el deseo y el placer entre dos personas, desaparece?

Pete llegó a preguntárselo en varias ocasiones a lo largo de los años transcurridos. Y en cada una de esas ocasiones y esos años, Vegas se cercioró de demostrarle que no. De ninguna manera el deseo que sentía hacia él desaparecería. Ni siquiera cuando los músculos se tornaran menos firmes, la piel menos lisa y sus cabellos obtuvieran un tinte blanquecino.

Para Vegas, Pete seguiría siendo el hombre más hermoso de su vida y el único capaz de encender en él un deseo completamente sincero y abrasador, capaz de consumirlo con cada estocada que daba contra las delicadas mejillas del sureño mayor.

La fuerza de sus embestidas era intensa e impetuosa, hasta el punto en el que Pete no pudo hacer más que rendirse a la presión que lo obligaba a doblegar sus rodillas sobre el colchón de la cama y hundir su rostro rojizo en uno de los almohadones.

El ruido de una pelvis golpeteando piel contra piel era lo único audible entre aquellas cuatro paredes; los únicos testigos y espectadores de lo que hacer el amor significaba. De respiraciones entrecortadas y jadeos agitados. De gotas de sudor resbalando sobre dos cuerpos que conectaban como si fuesen dos piezas de un rompecabezas; uniéndose de una manera tan perfecta y necesitada.

El Theerapanyakul no dudó en girar boca-arriba el cuerpo del sureño en el momento que notó su intento por esconderse. Soltó una leve risita, ¿cómo podía seguir siendo tan tierno a esa edad?

—De nada te servirá —dijo finalmente, colocando besos húmedos a lo largo de la pierna izquierda de Pete mientras la posicionaba sobre su propio hombro. Sus dedos dibujaron la forma de una vieja cicatriz, acariciando cuidadosamente la piel rugosa y levemente abultada. La besó con una lentitud que hizo temblar al dueño de la misma—. ¿Realmente crees que te dejaré escapar?

El ritmo de Vegas lo hizo arquear la espalda con un gemido de por medio, siendo presa de la sensación que lo partía a la mitad.

—Vegas... espera —intentó suplicar un poco de clemencia, pero el anhelo del Theerapanyakul después de no ver a su amado por un viaje de negocios que lo mantuvo lejos durante casi un mes, era demasiado para ser controlado. Quería devorar al hombre debajo suyo en su totalidad. Desde la raíz de su cabello hasta la desnudez de sus pies. Hasta lo más profundo de su ser—. ¿Cómo es posible que tengas tanta... energía?

Vegas no respondió, solo volvió a reír ladinamente mientras aumentaba la velocidad de su cadera.

—Es... Espera —repitió con un hilo de voz, estirando su cuello hacia atrás y dejándolo a la merced de besos y mordiscos por parte del Theerapanyakul.

—... Joder, Pete —dijo en un ronquido gutural junto al oído de sureño—. No importa cuántos años pasen, hacer el amor contigo siempre se sentirá como el maldito cielo.

—Vegas...

El sureño no pudo decir más, la sensación del orgasmo recorriéndolo desde la punta de sus dedos incrustados fuertemente en la espalda del contrario hizo que sus palabras quedaron atrapadas en un gemido profundo; que, a su vez, se unificó con el de Vegas en el momento que ambos se vinieron.

Dejándose caer sobre su lado de la cama, el Theerapanyakul intentó recuperar el aliento mientras salía del cuerpo del sureño lentamente y con cierta viscosidad. Pete volteó a verlo, perdiéndose momentáneamente en la mezcla de emociones turbantes que su precioso perfil le causaba.

¿Cómo era posible que los años le sentaran tan bien?

Su mano viajó hacia el rostro del contrario, haciéndolo corresponder el intercambio de miradas que no tardaron en enredarse. Se acercó todavía más, en busca de aquellos dulces labios.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now