Capítulo 23.

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La voz del Dr. Top azotó a Vegas como si fuese un látigo chocando con un espejo; pedazos de cristal rotos cayendo a sus pies y distorsionando su propio reflejo con cada palabra que enunció tras casi trece horas de procedimiento quirúrgico sin descanso.

"Logramos estabilizarlo, pero no fue fácil. Su cuerpo estaba muy malherido y sufrió muchas hemorragias internas que no habrían sido tratables si no hubiese llegado a tiempo; sin embargo..."

Vegas comenzó su andar. Lento y silencioso. Acercándose cada vez más a la cama donde yacía el cuerpo de Pete en completa inconsciencia, repleto de vendajes, un collarín sujetándole la silueta del cuello y un tubo para respirar conectado a sus dos fosas nasales.

El sonido de las maquinas monitoreando los latidos de su corazón y la velocidad de su pulso eran lo único audible dentro de esas cuatro paredes situadas en la unidad de cuidados intensivos. Ni siquiera la propia respiración del Theerapanyakul se lograba escuchar. Quizás porque hubo un momento en el que olvidó cómo hacerlo.

"Lo que más preocupa son las posibles secuelas. El golpe en la cabeza y su pierna izquierda fueron las afectaciones más graves. Es muy probable que necesite terapia y rehabilitación física".

Los dedos temblorosos de Vegas hicieron contacto con los de Pete, y la frialdad de su piel lastimada lo hizo jadear con un sollozo furioso estrangulándole la garganta.

"... Si es que llega a despertar".

—Pete... —su voz era un desastre. Un gemido entrecortado por las lágrimas que no se permitía derramar todavía. Un llanto sin desahogo alguno. Una aflicción que le traspasaba el cuerpo y el alma. Una súplica desesperada. Una pena inevitable que lo hizo caer de rodillas—. Pete... por favor. Te lo ruego, abre los ojos. Por favor, amor. ¿No prometiste quedarte conmigo hasta el último de nuestros días? No me hagas esto. No me hagas sufrir de esta manera otra vez. No me obligues a perderte de nuevo, Pete.

Repitió su nombre una y otra vez como si se tratara de una adoración suprema, terminando en una calamidad con cada una de ellas.

Recordó cada detalle, cada mirada, cada beso, cada facción de su hermoso y perfilado rostro cuando sonreía, cuando se molestaba o se perdía dentro de su propio placer. Deseaba recordarlo todo. Su cuerpo, su aroma, su voz al decirle que quería cuidar de él, que se quedaría a su lado, que lo necesitaba. Anhelaba los labios de Pete sobre su cuerpo, sobre cada una de sus cicatrices, sobre sus grietas, sus carencias, sus miedos y sus debilidades. Despertando con su gentileza un frenesí de excitación en ambos. Añoraba tenerlo entre sus brazos una vez más. Solo una vez más. Hacerlo suyo, aunque fuese por unos segundos.

Aunque fuese en un par de sueños.

| ... |

Llevaban caminando no sabe cuánto tiempo a lo largo de una playa que el sureño nunca había visto en su vida.

Y no le pareció extraño.

En lo absoluto.

Tomando en consideración que se trataba de un posible sueño entre la vida y la muerte, seguirle el paso a una hermosa mujer que había fallecido hace diez años no le pareció muy mala idea.

Anong fue disminuyendo la velocidad de su andar hasta detenerse por completo, girándose lentamente hacia la vista que daba el mar con el sol poniéndose encima suyo. Una mezcla espectacular de tonos anaranjados, rosados y morados con alguna que otra nube blanquecina acompañándolos a lo largo de un cielo al borde del atardecer. Era hermoso. Transmitía una enorme sensación de...

Pete inspiró con fuerza, intentando calmar las pulsaciones agresivas contra su pecho.

—Es increíble, ¿cierto? —le preguntó cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella, llevándose un par de mechones enmarañados detrás de la oreja. La brisa marina los despeinaba un poco y les acariciaba la piel con un deje frío y húmedo.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now