Capítulo 12.

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Pete tenía la mirada fija en el lago frente a él.

Hacía calor, pero se vio obligado a usar un suéter con cuello de tortuga para esconder las marcas que Vegas había dejado sobre su piel; de la misma manera en la que un delincuente cubre las evidencias de su crimen.

Quizás lo hizo a propósito. Quizás pensó que así sería mucho más fácil hablar sobre lo que sucedió. Quizás así Kinn se daría cuenta de que algo pasó entre Vegas y él. Quizás así... dejaría de ser un cobarde y se atrevería a decirle una puta palabra al hombre que se situaba a su lado con una expresión tan honesta que, simplemente, no merecía.

Pasaron un par de días antes de que pudieran verse en Bangkok.

El vuelo de Kinn se había retrasado más de lo esperado, mientras que Pete se enfocó en el cuidado de su abuela y ayudar con el negocio de la familia; razones por las cuales había regresado desde un principio, no para acostarse con su mejor amigo y serle infiel a su pareja. Pero sucedió. Y no había nada que pudiera hacer para rectificarlo.

No lo había, y una parte lejana y bastante culposa suya, no quería hacerlo.

Se encontraban dando un paseo en el parque Benchasari, siendo el bullicio de los demás visitantes lo único que aligeraba la tensión y pesadez sobre los hombros de Pete.

—¿Cómo sigue tu abuela? —preguntó Kinn, rompiendo el silencio entre ellos.

Pete volteó a verlo con una sonrisa débil.

—Sigue inconsciente, pero no ha tenido ningún tipo de recaída —explicó, intentando disimular el temblor de su voz—. Los doctores dicen que solo es cuestión de esperar a que despierte.

De nuevo. Silencio.

—Perdona —se disculpó repentinamente, y Pete no pudo evitar sobresaltarse por ello.

Lo miró perplejo y con su moral hecha añicos. Dios, ¿por qué era él quien se disculpaba?

Sus labios se tensaron antes de que pudiera tomar una bocanada de aire.

—¿Por qué lo dices?

Kinn rio nervioso y con algo de pena.

—Debió sorprenderte que viniera sin previo aviso—aseguró con una de sus manos acunando su propia nuca—. Pero estaba muy preocupado. No respondías mis llamadas, tampoco los mensajes de texto. Creí que algo malo había sucedido.

Pete no lo soportó más y apartó su vista durante unos segundos. La culpa quemaba su garganta y pareciese que las palabras quedaban atrapadas en la punta de su lengua.

Tenía que decírselo.

Tenía que decírselo ya.

¿Acaso así se sienten los pecadores antes de confesar sus nefandos?

¿Cómo si el mundo fuera a caerles encima?

—Pete —lo llamó con una gentileza bien intencionada que solo logró carcomerlo con angustia.

¿Y cómo no lo haría?

Traicionó a la persona que no hizo más que ayudarlo a recoger los pedazos de su corazón roto y enmendarlo poco a poco, solo para entregárselo nuevamente al chico que lo había destrozado desde un principio.

Ambos se miraron fijamente, y por alguna razón, el semblante de Kinn reflejaba una certeza lastimosa que atropelló el pecho del otro al instante, como si supiera que lo que se aproximaba era solo el principio del final.

—Me acosté con Vegas —soltó sin titubear, sabiendo que no había manera amable o poco dolorosa de decirlo. Inhaló y exhaló. Gotas de sudor resbalan por su cuello—. Y lamento tanto no tener ningún tipo de excusa que decirte, Kinn. Pero simplemente no la tengo.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now