Capítulo 17.

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Vegas no sabía cómo sentirse al respecto.

La última vez que visitó la tumba de su madre fue el mismo año que Pete se fue a Inglaterra. Pocos meses antes. Eran principios de octubre, principios de otoño; las hojas de los árboles caían a montones teñidas de una combinación extraña de tonos rojizos y marrones. La típica humedad de Bangkok se esfumaba poco a poco para cederle el estrellato a vientos –levemente frescos– y atardeceres acogedores, dejando atrás los insoportables golpes de calor a medio día.

El accidente también sucedió a principios de octubre. Un 12 de octubre, para ser exactos. No hizo mucho calor, pero tampoco fue un día muy fresco.

Su madre nunca fue fanática del verano y generalmente la ponía de muy mal humor.

Ilusamente, creyó que el enojo de ese día también se debía al mal clima. Nunca imaginó que había tenido una muy, pero muy fuerte pelea con su padre tan solo un par de minutos antes de tomar uno de los autos familiares e intentar salir a toda prisa de casa, y que, un impulso preocupado por no dejarla ir sola terminaría convirtiéndose en lo único que prolongó sus últimos momentos juntos.

Su madre murió esa misma tarde del 12 de octubre.

El funeral se llevó a cabo hasta finales del mismo mes. El 27, volviendo a ser exactos.

Vegas llevaba pocos días de haber salido del hospital y tuvo que asistir con un par de vendajes sobre su cuerpo que aún le eran imposibles de retirar.

No recordaba mucho de ese día en particular. Lo único que permanecía en su memoria era la fuerte presencia de Pete detrás suyo, preparado para no dejarlo caer en caso de que aquel par de muletas no fueran suficientes para sostener sus débiles y cansadas piernas, cediendo así a la insoportable presión que parecía atacarlo por todos lados; a la lástima y morbosidad con las que era observado de arriba-abajo.

Afortunadamente, no lo hizo.

—...Yo conduzco —la mano de Pete posándose sobre la suya desde el asiento del copiloto logró tranquilizarlo un poco. La tensión en sus hombros desapareció al instante de fijar su atención en él. Comprensión pura era reflejada a través de un par de ojos marrones y gentiles que lo miraban fijamente—. Y no tienes que acompañarme si es muy difícil para ti, puedes esperarme en casa. 

La expresión de Vegas era complicada. Muy complicada e imposible de descifrar.

Excepto para Pete.

Era consciente de que Vegas nunca pudo ir solo al cementerio, mucho menos conducir hasta allá. Por lo tanto, no le sorprendió mucho cuando su cuerpo se congeló al tocar el volante del auto, sus manos estaban empuñadas con fuerza sobre el mismo y sus nudillos tornándose blancos mientras intentaba controlar la respiración. Pete estaba seguro de que su última visita fue el año que se fue. Y, por más irónico que pareciese, había sido justamente con él: la persona con quien se sentía lo suficientemente seguro para permitirse exhibir el agobio que le provocaba incluso conducir al lugar donde una de las personas más importantes de su vida se encontraba sepultada metros bajo tierra.

¿Cómo no hacerlo?

Si él era el único capaz de calmar el pánico que conseguía dominarlo.

El tacto de Pete se mantuvo amable, pero trazos de culpa arrugaron su rostro.

Sabía que faltaban meses para el aniversario de ella, pero quería visitarla. Tenía muchas cosas que decir y por las cuales disculparse.

—Quiero ir contigo —sinceró Vegas después de un breve silencio, estrujando la mano del contrario sobre la suya—. Contigo a mi lado nada es muy difícil, Pete. Ni siquiera esto.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now