Capítulo 19. Segunda parte

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El sonido de sus labios aspirando y el papel quemándose fue lo que acompañó a Vegas mientras terminaba su cigarrillo.

Con las caderas apoyadas contra el capo de su auto, contempló el cielo estrellado. No supo en qué momento había anochecido tan rápido; pero en el momento que salió del restaurante, se encontró a sí mismo con la mirada pérdida en las primeras estrellas alzándose.

Dio una última calada. Se deshizo del cigarrillo ya inservible y se apresuró a sacar otro de la cajetilla que sujetaba. Se auxilió en un mechero de diseño bastante elegante para encenderlo, y en el momento que lo regresó al interior de sus bolsillos, el contacto de su piel con la madera lo hizo respingar un poco.

La apretujó por mero instinto.

Más hilillos de humo comenzaron a envolverlo conforme la nicotina hinchaba sus pulmones.

Pete había cuidado de aquella cajita con mucho esmero; fue fácil deducirlo en el momento que Vegas la sostuvo entre sus manos. Tomando en consideración los años que tenía, se veía prácticamente como nueva. Y si su mejor amigo no siguiera bajo la errónea idea de haberla perdido, incluyendo la pulsera de tela rota dentro de la misma, seguramente las habría cuidado por muchos años más.

Dio otra calada, incapaz de molestarse con Kinn por esconderla.

Él hubiera hecho lo mismo, probablemente:

Ser víctima de los celos por un mero regalo que su pareja había recibido cuando era un niño; un regalo tan importante y especial que lo consideraba su amuleto de la suerte, hasta el punto de llevarlo consigo a todos lados.

Definitivamente compartían la misma sangre: obstinada y posesiva.

Respiró con fuerza, inhalando un poco más de tabacco y sintiendo esa verdad con tanta intensidad que no pudo evitar respingar de nuevo.

Volvió a contemplar las estrellas, esperando que el recuerdo de cómo solía hacer lo mismo con su madre lo distrajera de las palabras de Kinn; las cuales se habían convertido en un zumbido bastante molesto dentro de su cabeza.

«Hay decisiones de las que siempre nos arrepentiremos, tanto de aquellas que sí decidimos tomar como aquellas que no. Ahora dime, Vegas, ¿cuáles crees que son peores?».

Cerró los ojos con mucha fuerza y presionó su sien izquierda con los mismos dedos que sujetaba el cigarrillo, muy cuidadosamente para no quemarse.

Con el temor de que los efectos del alcohol no lo dejaran conducir, su primo fue el primero en irse. Dejando a Vegas con dos botellas de licor sin terminar y una pregunta sin responder.

"¿Cuáles crees que son peores?"

Abrió lentamente sus ojos y puso atención a los alrededores.

Había conducido ahí en un impulso.

Sabía que Pete estaría muy ocupado ese día; además de verse con ese par de idiotas que aún no lograban caerle del todo bien durante la tarde, tendría que quedarse hasta ya avanzada la noche para adelantar trabajo en la floristería; no obstante, ahí estaba. Estacionado a meros metros del negocio, notando como el conductor de una furgoneta blanca sacaba varios cubos de plástico repletos de flores para llevarlos dentro del local. Se quedó parado durante un buen rato, y no fue hasta que Pete salió a bajar los pedidos restantes que su cuerpo reaccionó en un movimiento por querer acercarse. El efecto que tenía en él era inmediato e impresionante. Calmante y tranquilizador. Excitante y provocador. Todo al mismo tiempo. La inercia lo llevó a dar un par de pasos, pero se obligó a detenerse. Solo quería verlo. Con verlo era suficiente. Tenía que ser suficiente. Y tomando en consideración que se iría, creyó que era mejor irse acostumbrando a la idea.

We Don't Talk Anymore [VegasPete] [COMPLETA]Where stories live. Discover now