Diez

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Shun me miró aterrada, nos escondimos en el baño para evitar ir a la dichosa capilla, el sólo hecho de imaginar estar en ese lugar hace que mi piel de vuelva de gallina

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Shun me miró aterrada, nos escondimos en el baño para evitar ir a la dichosa capilla, el sólo hecho de imaginar estar en ese lugar hace que mi piel de vuelva de gallina.

Al no escuchar ningún sonido bajamos las escaleras simulando ir a la capilla, es difícil evadir las cámaras colocadas en todos los pasillos pero eso no significa que sea imposible, salimos al jardín y nos ocultamos tras los arbustos al ver guardias rondando.

Llegamos al árbol, la ventana del director estaba apagada, aprovechamos y comenzamos a cavar con libros que Shun robó, fue nuestra única opción pues con una cuchara de plástico jamás acabaríamos.

Sé que la entrada está ahí, lo sé.

La tierra al estar removida nos facilitó el trabajo, la adrenalina corrió por mí cuerpo obligándome a acelerar mí labor, pero, nada, no había nada.

—Jaina, ¿estás segura que saliste de aquí?

—Sí, pero no está.

—Existen dos posibilidades —moví la cabeza para que continúe explicando—. Fue tú imaginación o el sujeto demolió el lugar.

—Sus colegas tuvieron que ayudarle.

—Es probable —con agilidad se trepó al árbol y bajó dos manzanas—. Son muy rojas y jugosas.

—¿Ya las probaste?

—Sí, llevo tiempo aquí.

La mordí y en efecto, son deliciosas.

—Oye, ¿y si cabamos la parte trasera del árbol?, está intacta.

—Debemos darnos prisa, coloca la tierra en su lugar y yo encargo del resto.

—Tenemos veinte minutos antes que los guardias estén sobre nosotras, ten cuidado con arrojar tierra a la reja, podría alertar a los francotiradores.

—No soy idiota.

Empecé a cavar lo más rápido que pude, los brazos dolían al igual que mí espalda, el aire fresco mezclado con las pequeñas gotas de sudor me refrezcaban.

Cubrí mí nariz al reconocer el espantoso olor a carne podrida.

Con el libro topé con algo duro, clavé el objeto más abajo y ejerciendo fuerza expulsé la piedras fuera el agujero, miré a la supuesta piedra y pegué un grito.

—¡Ahh!, ¡Shun!

—¿Qué, que pasa? —apunté a la cosa y ella se quedó igual de atónita—. Es una... es una... m-mano.

Salí del lugar aterrada y pude observar restos blancos que hace segundos los pisaba, seguro son huesos, en cambio, esa mano parece tener días de haber sido cortada.

Ambas vomitamos al saber que eso es el abono del árbol, quizá por eso las manzanas son grandes y jugosas, eso me revuelve el estómago.

La luz del despacho del director se encendió de imprevisto, Shun me lanzó al hueco y luego tiró la mano a centímetros de mi rostro, como pudo metió la tierra intentado rellenar el hueco y luego ella se metió, escuchamos que abrió la ventana pero la cerró y apagó la luz.

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