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Martes, 16 de Mayo.

Lourdes vio como la mujer depósito un beso en la mejilla de su hija, y luego la abrazo sin recibir respuesta. La muchacha se marchó luego de que su madre terminara de apapacharla y ella se fue en dirección contraria. Lourdes no perdio oportunidad y fue tras ella, siguiendola a una considerable distancia. Observó como terminaba de entrar a su casa, y cortó la distancia que quedaba hasta llegar a ella, y tocó pacientemente la puerta.

La ojiverde sabía que la única forma de hablar con la madre de Martina, sin que ella estuviera presente, era en horas del colegio. Y aunque se lamentaba por haber faltado, por el simple hecho de no ver y velar por Martina. Pero era algo que tenía que hacer. Tocó de nuevo la puerta, mientras miraba detenidamente sus zapatos, hasta que fue atendida por aquella mujer de cabello rubio.

-Hola cariño, ¿Qué se te ofrece?- Pregunto la mujer con dulzura.

Lourdes no pudo evitar sonreír por su reconfortante tono de voz. -Soy una amiga de Martina, y quería hablar con usted- Dijo simple, pero sin sonar grosera. La mujer parecía haber sido bañada por sorpresa con un balde de agua helada.

-¿Martina... es tu amiga?- Cuestionó sin poder creerlo, y Lourdes asintio orgullosa.

-Ella es mi amiga, pero yo no estoy segura de ser la suya- Bromeo Lourdes, pero en su tono de voz hubo un filo de verdad. Que tal vez dolía.

La mujer rio sin gracia y le hizo una seña invitandola a pasar. La muchacha gustosa acepto.

-¿Quiere algo para tomar, cariño?-

Lourdes negó con una sonrisa en sus labios, ella asintio y ambas tomaron asiento en el extenso sofá del salón.

-Primero que todo, mi nombre es Lourdes Gonzalez.

-Un gusto, cielo. Yo soy Silvina, pero puedes decirme Chivin, así solía decirme Martina -Lourdes pudo notar el dolor en sus palabras, y llevo una de sus manos y la coloco sobre la de Silvina, brindándole apoyo.

-Yo solo quería saber más sobre Martina. ¿Por qué se comportaba así? Ella realmente me importa- Lourdes relamio sus labios un poco incomoda por lo que acababa de decir, pero aún así no se arrepentía. Su cuerpo sentía una fuerte carga eléctrica que la recorría de pies a cabeza, como cuando Martina estaba cerca. Tal vez ya era hora de aceptar que Martina le gusta.

La mujer sonrió conmovida. -Lourdes, mi pequeña tiene trastorno por estrés postraumatico. El trastorno surgió luego de la muerte de su padre, y desde entonces su psicóloga intenta sacarla de ese horrible trastorno ansioso.- Dijo, y tuvo que bajar la cabeza cuando sintió sus lágrimas brotar de sus ojos, y quemar en sus mejillas. Rápidamente las seco y se incorporo diciendo: -Veras Lourdes; la psicóloga de Martina, al parecer había logrado aminorar sus síntomas, ella era más expresiva, solía ser igual de callada, y neutra. Pero en alguna ocasiones ella parecía estar curada, expresaba su molestia, y solía ponerse nerviosa también. Pero de un momento a otro todo se vino abajo, en menos de una semana se derrumbaron los avances que había logrado en meses. Martina había perdido el interés en curarse, y al parecer en vivir. Y no sabía que hacer, soy su madre y no puedo hacer nada para ayudarla. No sabes lo horrible que eso se siente- Lourdes apretó su mano con ligereza, y sentía como cada una de las palabras que emitía Silvina la quemaban por dentro. Ella sabía perfectamente quién, o quiénes eran los causantes de que Martina empeorará. Y por desgracia ella era uno de ellos.

-Sé a qué se debe el cambio en los avances de Martina- Siseo Lourdes la mujer la miro encarnando una ceja - Había un grupo de personas en el colegio que se burlaban de ella, y no me enorgullece decir que yo en algún momento forme parte de ellos. Pero le juro que ya no lo hago, es más cuido cada uno de los pasos de Martina, intento hacer que nadie la lastimé, ni vuelvan a meterse con ella.

-Por dios... mi bebe- Silvina lloriqueo, y apretó la mano de Lourdes. -Pero... ¿Por qué?-

Lourdes de trago una considerable cantidad de saliva antes de seguir hablando. - Llegó una nueva profesora y la hizo pasar al frente, ella solo acato sus órdenes. Ella lo hacía para castigar a Martina, por estar tan perdida como siempre. Le extendió dos marcadores, y le indicó cuál debia tomar, pero ella tomo el color equivocado. Nadie entendía por qué, hasta que explico que no podía distinguir con exactitud ninguno de los colores. Al principio yo también tome su discapacidad como objeto de burla, pero luego me di cuenta de que no estaba bien. Por desgracia la única qué detuvo su acoso era yo, porque los demás seguían burlándose de ella, y usando apodos tontos. Pronto empecé a notar los cambios en Martina, su falta de interés en todo lo que hacía, en que lo único que nos hacía saber que vivía era su respirar, así que les advertí a todos que no se volvieran a meter con Martina, les dije que mi madre era abogada y podría demandarlos por acoso escolar. Y eso fue suficiente para que se alejaran de ella. Pensé que eso haría que Martina no fuera tan callada y desinteresada, pero no fue así.

Silvina la miró unos momentos antes de decir: -Gracias Lourdes, por cuidar a Martina en un lugar en donde yo no puedo hacerlo. Cuando su padre murió me dejó con una gran deuda, y tuve que tomar varios turnos en diferentes trabajos para poder pagarla, pero finalmente logré hacerlo. Él no era un mal hombre, solo necesitamos dinero, y no recurrir a las personas correctas- El rostro de Silvina reflejaba dolor, pero intentado reprimirlo. -Agradezco a dios porque ahora con solo un trabajo de medio tiempo logro mantener a Marti y darle todo lo que necesita.

-Nunca me imagine todo por lo que Martina a pasado, pensé que solo no hablaba demasiado.-

-Nuestras vidas no han sido fáciles. Tuve que darle la custodia de mi hija mayor a su padre, porque no podía ocuparme de ella, a penas y tenía tiempo para Martina. Ambas eran unas niñas- Las confeciones de Silvina cada vez eran más fuertes.

-Yo cuidare de Martina, se lo prometo- Aseguro la castaña, y se unió en un abrazo con Silvina, un abrazo que le brindaba todo su más sincero apoyo.

. . .

-Hola Martina- Martin notó la ausencia de Lourdes en el colegio, y decidió aprovechar ese momento para acercarse a Martina.

La ojimarron ni siquiera se molesto en mirarlo. Seguía observando el pasto como si fuera la cosa más maravillosa del mundo.

-¿Qué? ¿Tu novísima Lourdes te prohibió hablar conmigo?- Espeto con frialdad, cambiando su semblante por uno furioso. Martina en cambio sintió algo apretar su estómago cuando Martin  pronunció las palabras "novia", y "Lourdes", en la misma oración... se sentía extraña, pero de una buena forma. -Entonces no piensas responderme bien, no lo hagas. Estúpida- Grito lo último y empujones el hombro de Martina haciéndola caer, pero la ojimarron no se levantó de su sitio.

Quería que Lourdes estuviera ahí... ¿la extrañaba?









Blue and red (adaptación martuli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora