Capítulo Ocho: La fundación BB

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DEBIDO A QUE LOS ARRECHAVALETA-GUTIERREZ YA HABÍAN LEÍDO TODOS, para el siguiente capítulo fue difícil decidir quién sería el próximo en leer. Los adultos comenzaron a pelear al ver que ninguno de ellos se había ofrecido para continuar. Mientras tanto, los jóvenes veían a sus padres comportarse como unos niños, y algunos de ellos (la gran mayoría en realidad) hacían apuestas de sobre quién iba a ganar la pelea. 

Teo, quien se había mantenido alejado de la pelea junto a Mel, se levantó de su sillón y caminó hasta el centro para continuar la lectura. Miró a sus hijos, quienes eran los más interesados en la pelea, ya que ellos dirigían las apuestas, y negó con la cabeza divertido. Solo Amado y Farah sacarían provecho de esa situación.

—La fundación BB—leyó en voz alta pero como seguían peleando nadie lo escuchó. —La fundación BB—volvió a repetir.

Martina Perez Alzamendi, de cinco años, fue la primera en darse cuenta que alguien se había sentado a leer. Así que tiró del pantalón de su mamá, para que dejara de discutir y se diera cuenta de lo que estaba pasando. Caridad se volteo a ver lo que su hija necesitaba, y cuando esta le señaló a Teo, se volvió a sentar en su lugar llevando a Nacho a rastras con ella.

Dove Franccini al ver que esa niña logró que sus padres dejaran de pelar, decidió que ella no se quedaría atrás. Así que se paró en el sillón y como digna hija de su madre, pegó un grito agudo que aturdió a todos en la habitación.

—¡Tefi!—gritaron todos los chicos enojados. 

—¡Yo no fui!—se quejó Tefi señalando a su hija de once años. Todos voltearon a ver a la niña, quien los veía de brazos cruzados.

—¡Ya empezaron a leer!—volvió a gritar Dove, señalando a Teo.

Los adultos miraron avergonzados a Teo y se fueron a sentar a sus lugares, mientras Farah y Amado repartían la comida apostada entre los jóvenes. Como no habían llevado plata, tuvieron que conformarse con lo que había.

—Sí saben que nadie ganó, ¿verdad?—les dijo Rama a sus hijos mientras estos acomodan los muffins de chocolate que ganaron. 

—Le apostamos a que alguien gritaría para callarlos a todos—Brent sonrió triunfante y Evelyn le dio un mordisco al muffin.

—Ahora sí—suspiro Teo. —La Fundación BB.

Bartolomé estaba exultante. Había muerto su tía Amalita, habían desaparecido todos los herederos, y el heredero universal, en consecuencia, era él. Él y su hermana, es decir, él.

—Es increíble, cada vez me cae peor—opinó Alai, y su padre le dio la razón.

—¿Enserio cree que la tía Malvina iba a permitirlo?—cuestionó Nia con el ceño fruncido. Si algo sabía de su tía abuela Malvina, es que no se dejaba pisotear por nadie. 

—Ella cambió mucho en los últimos años—le respondió Thiago.

Tenía una felicidad que lo tenía llorando todo el día. Estaba hasta más bueno, más tierno con su hermana, con su hijito, con su mujer.

—Cuando era chico pensé que era porque estaba mejorando como hijo—dijo Thiago con dolor y Mar lo abrazó.

Justina observaba con un amargo resentimiento esa ternura. Lo único que alumbraba un poco su alma sombría era esa frágil beba que había salvado de la muerte, y que mantenía oculta en el recóndito sótano de la mansión.

—Sigo sin entender cómo la logró mantener oculta, un bebé llora y necesita que alguien la supervive todo el tiempo—opinó Dove.

—Yo no entiendo porque no alquilo una casa en algún otro lado y la crió lejos de la mansión—dijo Francisco.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora