Capítulo Veintiuno: Dos compromisos (parte tres)

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—ES VERDAD—dijo él. —Voy a buscar a mi hermanita.Pero la buscó en vano, ya que Alelí no estaba en la Fundación, sino que aún seguía escondida en un carromato del circo, del que no había podido salir, ya que a pocos metros estaba el hombre al que le había robado. 

—Ay no, pobre Alelí—Austin se tapo las orejas para no escuchar más.

Desde ahí veía cómo el odioso empresario discutía e insultaba a la bailarina por haber ayudado a escapar a una ladrona y, además, por haberle producido excoriaciones. Y para colmo el hombre tenía parte del peluquín quemado por el lanzallamas.

Nadie pudo evitar reírse ante ese comentario.

 Le exigía una explicación.
—¿La historia larga o la historia corta? —preguntó Cielo. 

—¡Dijo la frase!—grito Lleca emocionado.

—¡La corta!—gritó el empresario, que ya conocía esa odiosa, pregunta que ella hacía cada vez que no quería contestar algo. 

—Prefiero la larga—comentó burlona Rose.

—La corta es que me voy, renuncio. 

—¡Ja, toma eso pelado!—Los tres Nerditos se levantaron de sus asientos y comenzaron a aplaudir.

—¡Vos no renunciás, yo te echo! ¿Me escuchaste? ¡Te echo!
—Como prefiera—respondió Cielo.

—¡No Cielo, cobra la indemnización!—gritó Donato. 

y se encaminó hacia un carromato. Pero el empresario no estaba dispuesto a dejarla ir así nomás, y le informó que tanto ese carromato como todo lo que había en el circo, le pertenecía.

—¡Que hijo de puta!

—¡Pelado de cuarta!

—¡Metete esas palabras por donde no te llega el sol!

Quienes estaban más cerca de los niños, intentaron taparles los oídos lo más rápido posible.

—Este carromato era de mis viejis y es lo único que me dejaron. ¡Es mío!

—¡Vamos Cielo, defiende lo tuyo!

—Nada es tuyo. Ni siquiera tu ropa. ¡Ese carromato se queda acá! Sacá tus trapos sucios de ahí, y te vas. 

—Aja, anda a saber de donde sacaste la plata para comprar ese circo—murmuró Amado.

Dejó que un par de matones que trabajaban para él la vigilaran y volvió al interior del circo. Cielo no estaba dispuesta a entregar su carromato y subió decidida a llevárselo a la fuerza, pero se detuvo en seco al encontrarse con la pequeña ladrona que, escondida, le suplicaba con un dedito cubriendo su boca que no la delatara. 

—Ay me imagino el miedo que tenía Alelí. —dijo Nia.

—Yo me hubiera hecho encima—confesó Brent y su hermana comenzó a reír.

—Por favor, ¡no digas nada! Ayúdame a escapar...—le suplico.
—¡Agarrate, porque las dos nos escapamos!—dijo Cielo, poniéndose el cinturón de seguridad

Los Nerditos, junto a Rose, Amado y Bruno se levantaron de sus asientos y comenzaron a apluadir nuevamente.

¿Cómo te llamás? —le preguntó mientras encendía el carromato.
—Alelí Ordóñez, ¿y vos?
—Cielo Mágico. ¡Un gusto!
Le dio la mano y apretó el acelerador. Los matones que la vigilaban apenas atinaron a correrse de su camino, y Cielo huyó del circo en su viejo carromato, que iba ganando velocidad.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Where stories live. Discover now