Capítulo Veintidós: La invasión de Ángeles (parte uno)

399 27 195
                                    


LUEGO DE QUE CARIDAD TERMINARA DE LEER, se realizo el sorteo una vez más. Esta vez le toco a Melody, quien después de tomarse un mate, comenzó con el capítulo. 

A la mañana siguiente, Cielo llegó a la mansión Inchausti con ansiedad y preocupación.

―Yo cuando tengo una prueba―murmuró Nia y Dove le dio la razón.

Quería ver nuevamente a la pequeña Alelí,

―¿Quién no?―sonrió nostálgico Lleca.

esa nena dulce que ya se había ganado su corazón, y también deseaba conocer al resto de los chicos que allí vivían.

―Uff si, ese día Cielo era un manojo de energía. Parecía que se había comido todo el azúcar de la ciudad―recordó Tacho, sacándole una carcajada a Rama.

Pero tenía que ocuparse en la mansión de dos tareas fundamentales: limpiar y cocinar. Limpiar, mal que mal, podía hacerlo. No tenía ninguna experiencia, pero tampoco se trataba de una ciencia.

―¡Sí es una ciencia!―Gritó Evelyn―Hay que hacerlo bien, sino no sirve. 

―Pobre Eve, ya es tarde para ella.―Luca negó con la cabeza, fingiendo tristeza.

―Rama paso demasiado tiempo con su hija―se burló Tefi y Rama rodo sus ojos, aunque en el fondo estaba intentando ocultar su risa. Tefi tenía razón, su hija había salido igual a él con el tema de la limpieza.

Pero cocinar le resultaba tan ajeno como pilotear un avión.

―Me recuerda a alguien―Thiago miró a Mar.

―¡Quemas unos fideos una vez y ya te condenan toda la vida.―se quejó Mar.

Jamás lo había hecho y jamás podría lograrlo, creía.

―Si yo pude aprender a andar en bicicleta, todo es posible―menciono Austin, orgulloso de su logro. Sus hermanos mayores lo aplaudieron, felicitándolo aún más. 

Y lo principal: se moría por cruzarse otra vez con el churro de Nicolás.

―Uff que gana de unos churros―dijo Rose.

―No habla de esos churros―sonrió burlón, Bruno.

―Ya sé, pero me dio ganas de comer―se encogió de hombros. En menos de un segundo, en su regazo apareció un plato con churros. ―¡Gracias Tic-Tac!―festejó Rose mientras le ofrecía uno a Bruno.

Había una diferencia esencial entre Nicolás y Cielo. Él era un negador.

―Hombres―Alai rodo sus ojos.

―¡Estaba comprometido!―defendió Farah la acción de Nicolás. 

Si bien aún no le gustaba que no hubiera roto el compromiso con Malvina, cuando era obvio que no la amaba, estaba de acuerdo de que no le metiera los cuernos. 

―Tendríamos que atar a Farah...por el bien de nuestra salud―le murmuró Lleca a Teo, y él asintió de acuerdo.

Apenas la conoció se enamoró de ella, pero le costaría mucho reconocerlo, tanto que ocultaría durante un tiempo su sentimiento bajo la máscara de la solidaridad.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Where stories live. Discover now