Capítulo Diecisiete: Ángeles Inchausti y Cielo Magico

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—¡QUE NADIE SE MUEVA!—grito Farah cuando termino de leer y vio que todos se estaban por parar, otra vez. —¡Falta una sola parte para terminar el primer capítulo, no perdamos el tiempo!

—¿Cómo que una sola parte?

—¿Este recién es el primer capítulo?

—¿Recién? ¡Llevamos un montón leyendo!

—¿Quién fue el desgraciado que estaba tan al pedo para escribir tanto?

—No sé pero todos estamos cansados y queremos ir a dormir. Mejor leo esto rápido así terminamos. —propuso Farah y todos estuvieron de acuerdo.

La conmoción no ocurrió cuando la abandonaron en el bosque. Cuando ella llegó al bosque, en esa noche de tormenta, ya estaba amnésica.

—Empezamos bien por suerte—mencionó sarcástico Amado.

Lo que la dejó prisionera en un lugar sin tiempo en su cabeza fue la muerte de su madre.

—¿Qué tienen con arruinar las familias? Es como al cuarto pariente que matan—se quejo Nerdito Primero.

—En realidad esta es la historia de Ángeles, ya sabíamos de estas muertes. —le recordó Bruno.

—¿Enserio?—preguntó confundido, Nerdito Primero.

—¡Si!—se metió Rose a la conversación. —¿No te acuerdas?

—¡No! estuvimos leyendo tanto que ya no me acuerdo de las primeras historias.

Ángeles Inchausti estaba tiritando en un oscuro imsillo de la mansión de su abuela. En una habitación, tras puerta entornada, su madre gritaba y lloraba. Un extraño hombre de rulos y una siniestra mujer toda vestida de negro, con turbante y unos ojos enormes, negros, estaban ron su madre. Al cabo de un tiempo que le pareció eterno, oyó un último grito de su madre y el llanto de un bebé. Nada más. La puerta se abrió al cabo de unos minutos. La mujer sostenía a su hermano o hermana, no lo sabía. Y el hombre le dijo, casi sin mirarla:
—Mamita espichó. Pasó a mejor vida.
—Quiere decir que murió—tradujo la mujer viendo que la niña no entendía.

—No me gusta esta versión de Tina—murmuró Nia. Bruno la abrazó.

Ése fue el final.

—¡Genial! ¿Podemos ir a dormir ahora?—dijo Sebastián mientras se levantaba.

—No termino el capítulo todavía. —Lleca sonrió tiernamente a su hijo y lo hizo sentarse de nuevo.

Ahí se terminó Ángeles Inchausti. Lo que siguió fue como un extraño sueño. Como una madera en el mar, ella se movía de un lado a otro, sin saber dónde estaba.

—Yo en cualquier momento sino vamos a dormir—murmuró Amado para que solo Alai lo escuche. La rubia asintió mientras bostezaba.

Cuando Bartolomé y Justina la abandonaron en el bosque, esa fría noche de tormenta, ella ya no sabía quién era. Y tampoco lo sabría la mañana siguiente, cuando un hombre mayor que cortaba leña en el bosque la encontró, tiritando junto a un árbol. El hombre la llevó al carromato donde vivía con su mujer. Eran los dueños de un modesto circo itinerante, el Circo Mágico. Ambos eran ya mayores y habían perdido hacía algunos años a su única hija.

—Pobres.

Se compadecieron de esa pobre niña perdida en el bosque, que apenas hablaba. No sabía dónde vivía ni cómo se llamaban sus padres. Tampoco recordaba su propio nombre. Amanda y Aldo Mágico eran muy buena gente y hacían siempre lo correcto, por eso comunicaron el hallazgo a la policía, que corroboró que no había ninguna niña buscada en la zona.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora