Capítulo Diez: Un chico simple

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RAMA PIDIO NO ESTAR PRESENTE EN LA SIGUIENTE LECTURA PARA PODER ESTAR A SOLAS CON SUS HIJOS, quienes quedaron muy afectados tras el último capítulo. Todos aceptaron por lo que llamaron a Tic-Tac para que les diera una habitación aparte para los Ordoñez.

Una vez que se fueron, Farah se acercó hasta la bolsa que tenía los nombres, y sacó un papel.

—Luca—leyó Farah. Luca asintió y caminó hasta el centro para comenzar a leer.

—Un chico simple—leyó Luca. Su hijo, Austin, aplaudió emocionado, su padre era el mejor para contar cuentos.

Lleca era, sobre todo, un chico simple, de seis años, y resolvía todo con simpleza.

—¿Sos vos, papi?—preguntó Emma, emocionada. Y Lleca asintió.

—¡Buenísimo!—festejó Sebastian.

Había vivido buena parte de su vida en la calle, y como allí aprendió a hablar al «vesre», todos le decían Lleca, calle al revés.

—¿Lleca es calle al revés?—Preguntó Alai y todos los adultos asintieron. —Me siento estúpida por no sacarlo antes.

—Pensé que ya estabas acostumbrada a no saber nada—dijo Nia.

—Nia, tengamos la fiesta en paz por favor—suplicó su padre.

Sabía poco de sí mismo. Que había sido encontrado por el grupito de «bepis» con los que andaba cuando apenas tenía dos años

—¿Dos años?—preguntó sorprendida Dove. —No me puedo imaginar a Charlie así.

—Hay que agradecer que no tenga que pasar por eso—le respondió Tefi a su hija. Que le robarán a sus hijos era su mayor miedo.

-un poco más o un poco menos- y que desde entonces había vivido en la calle. Ésa es su historia. Punto. Simple.

—¿Eso nomás?—Rose frunció su ceño.

—Eso era lo que sabía—respondió Lleca encogiéndose de hombros.

Como se crió sin tener nada, no extrañaba nada.

—Tiene sentido—dijo Liam.

No lamentaba ninguna pérdida ni la ausencia de un padre o una madre. Después de todo, ninguno de sus gomías tenía un padre o una madre. Su única preocupación era evitar a la policía o a los asistentes sociales, que terminarían llevándolo a un orfanato.

—Su única tarea es mantenernos a salvo, pero nos mandan a los orfanatos—comentó Vale, cruzándose de brazos.

Por lo demás, tenía la vida resuelta. Sobrevivir en la «lleca», para él no era un problema, era algo fácil. Simple. Lo único que lo inquietaba, y que a veces lamentaba, era no tener un nombre.

—¿No te llamas Lleca?—preguntó Austin. Lleca se rió.

—Mi verdadero nombre es León, pero para todos soy Lleca. —le explico Lleca y Austin asintió.

—No me gusta que se cambien de nombre—Austin se cruzó de brazos e hizo puchero.

Tefi lo alzó sobre su regazo y lo abrazó.

—Perdón, apenas se está acostumbrando a que no nos llamamos mamá y papá—explicó Tefi.

Él era Lleca, y estaba bien, le encantaba ser Lleca. Era popular y querido, y defendido por los más grandes. Ser Lleca, además, significaba tener mundo, ser el negociador, el que conseguía todo, el que se las ingeniaba. Pero no tenía nombre.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora