Capítulo Veinte: Dos compromisos (Parte dos)

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LLECA, Rama y Alelí llegaron al circo y se colaron con facilidad por la parte trasera.

—Tranqui los pendejos. —dijo Amado mientras se servía un vaso de jugo.

En el frente, debajo del gran cartel que rezaba «Circo Mágico», había otro más pequeño que anunciaba: «Con la participación especial de La Bailarina del Aire».

Cuando salían a robar juntos, Rama trataba de evitar que Alelí participara. Él hacía doble trabajo, por él y por ella. Además sabía que a su adorada hermanita le encantaban los circos.

—¡Que buen hermano!—sonrió Emma. A Rama se le cristalizaron los ojos.

—Yo haría lo mismo que vos—Sebastián abrazó a Emma y Lleca los vio con orgullo.

—Y yo también. —le susurró Evelyn a Brent y él también la abrazó.

Por eso Rama gastó esa tarde algunas monedas que había podido esconder de los ojos de lechuza de Justina y le compró un gran algodón de azúcar.

—Aww, quiero un Rama en mi vida—dijo Nerdito Segundo.

Le buscó una silla vacía y la sentó ahí para que disfrutara del espectáculo mientras él y Lleca hacían el trabajo.

—Mis hermanos se sentirían y me harían trabajar. —Dove se cruzó de brazos.

—¡Mentira!—se quejo Nerdito Primero. —Nos haces quedar re mal.

—Además, te haríamos trabajar veinte minutos y después te intercambiaríamos por Donato. —agregó Nerdito Segundo, Donato miro muy mal a su hermano.

—O Austin, él es tan tierno que de seguro gana más que ustedes. —pensó en voz alta Nerdito Tercero.

Tefi y Luca se miraron entre sí y se apuntaron con el dedo antes de decir, al mismo tiempo —Tus hijos.

Los tres intentaban llevar con normalidad la vida que tenían, hacía ya cinco arios, en la Fundación BB. Ya eran expertos en la materia. Jamás llamaban robar a lo que hacían, sino «trabajar».

—Así le dicen todos en Argentina.

Alelí se sintió agradecida cuando Rama le dijo que ella no trabajara, que él lo haría ella. Y con una gran sonrisa de felicidad aplaudió a los artistas y circenses que se sucedían. La que más le gustó fue la bailarina del aire, una acróbata rubia, hermosa, con unos enormes ojos celestes. Alelí observaba fascinada cómo la muchacha parecía volar colgada de una tela, con unas enormes alas blancas en su espalda.

—¡Es increíble! A mí también me hubiera gustado ella. —Dijo Emma con una enorme sonrisa.

Pero en ese momento un hombre muy gordo se paró unos pocos centímetros delante de ella y vio que del bolsillo trasero sobresalía una billetera bastante gorda, como las que le encantaban a Justina.

—A todos nos gustan esas billeteras. —suspiro con aire de soñador, Amado.

—Pero no todos las tenemos—lloriqueo Donato. Su madre lo vio y rodo sus ojos.

Vio que el bueno de Rama estaba trabajando y sintió que debía ayudarlo.

—Aww que tierna—sonrió Alai.

Leyendo la isla de Eudamon  ( casi ángeles. )Where stories live. Discover now