PRECUELA DE: EL OMEGA Y EL EMPERADOR
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Luo Binghe tenía muchas cosas que pensar.
No importaba cuanto intentara entender lo que había pasado durante aquellos días, durante el celo de Shizun, aquellas palabras seguían rondando en su mente como una verdad que había olvidado por un sueño arrogante.
―¿Para qué querría un alfa yo? Solo para que me encierre y me convierta en su estúpida mascota, jactándose de creerse mi dueño. Jamás. Sin importar qué, no voy a permitir que ningún alfa arruine mi vida quitándome mi libertad. Prefiero la muerte que convertirme en el objeto de alguien.
Aunque Luo Binghe sabía que existía la posibilidad de que Shizun no conociera o entendiera aun sus sentimientos, y esas palabras no habían sido dichas con el afán de lastimarlo, Luo Binghe no podía evitar el dolor constante en su pecho ante la fuerza que estas habían tenido en su mente.
Shizun no veía los lazos como Luo Binghe.
Para Shizun eso era más una prisión que la unión de dos almas que estaban destinadas a amarse una y otra vez en mil vidas.
Luo Binghe no podía culparlo, con todo lo que Shizun había visto sobre ese mundo era imposible que tuviera una visión positiva al respecto y Luo Binghe no lo culpaba.
Pero dolía.
De alguna u otra manera dolía pensar en el temor que Shizun parecía tener a los alfas o la idea de formar un lazo con uno en realidad.
Y al parecer Luo Binghe no fue muy bueno escondiendo su humor durante ese viaje.
―A-Luo, ¿estás bien?
―Luo Binghe levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Ning Yingying, había preocupación en su hermana marcial y Luo Binghe no pudo evitar sentirse tímido.
―Yo... estoy bien, Ning-Shijie.
―¿Paso algo entre Shizun y tú? ¿Adelantaste tu confesión?
Ning Yingying era la única persona a la que Luo Binghe había tenido la confianza de contarle sobre su deseo de declararse a Shizun y su anhelo de que su propuesta de cortejo fuera aceptada.
Había sido difícil esconder la verdad cuando había encontrado ese pañuelo que había bordado para Shizun y planeaba dárselo en el Festival del Dragón. Al final, cuando estuvo junto a Shizun en esa cita mirando estrellas y compartiendo aquel momento entre confesiones y esperanza, el joven no se sintió mal por sus sentimientos.
Pero ahora...
Luo Binghe se sentía confundido.
―Yo... no creo que sea correcto hacerla en realidad.
Ning Yingying le miró como si le hubiera salido otra cabeza.
―Pero, A-Luo, ¿Qué estás diciendo? Tú tienes una gran oportunidad con Shizun, Mingyan y yo lo hemos visto. La forma en que se miran, como actúan con el otro y se cuidan mutuamente. Eso es amor de verdad, no puedes ignorarlo.
