Capítulo 3

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Al llegar a la enfermería, Clark le explicó a Kile que debía volver a casa pronto, porque tenía un pedido importante de hortalizas para entregar, se bajó del tractor y ayudó a Kile a llegar a la puerta, de ella salieron un par de Yellows a ayudar a Kile. Clark le pidió que tuviese más cuidado y le dio las gracias a los enfermeros antes de irse. 

—Buenos días, ¿cómo se encuentra? —le preguntó uno de los enfermeros, era un poco más alto que el otro, por lo que Kile caminaba de lado al estar apoyado de un brazo de cada uno de ellos.

—Cole, es obvio que se encuentra mal. Por algo está acá —le reclamó el otro y este se sonrojó.

—Disculpe, señor. Me refería a qué le ocurrió. Por cierto, mucho gusto, mi nombre es Cole y él es mi querido compañero, Zack.  

Kile estaba cansado, pese a eso, se divertía con la actitud de aquellos chicos. Ellos le explicaron a Kile que la enfermería estaba un poco concurrida en ese momento y que la encargada de la enfermería, Chiemi, vendría a verlo en un momento. Los chicos lo recostaron en una camilla y cerraron la cortina para dividir su cubículo del de los demás pacientes antes de irse.

Se encontraba pensando en lo que diría Lina cuando llegara a casa y no lo encontrara. Sentía que debería pedirle a alguien que se comunicara con ella, aunque no quería preocuparla y también era consciente de que ella se molestaría porque no había dormido bien. Entonces decidió no hacer nada y dejar que las cosas pasaran como tenían que pasar, al cabo de un minuto ya estaba dormido.

Lo despertó un susurro detrás de la cortina, podía ver tres siluetas, dos parecían conocidas. Eran dos chicos jóvenes hablando con una mujer de cabellera larga hasta la cintura. Ella les explicaba que tenían que examinar la herida antes de dejar al paciente solo, y uno culpaba al otro. Kile se movió un poco en la cama, causando que ellos notaran que estaba despierto. Pudo ver a través de la cortina a la mujer haciéndoles una seña y los dos enfermeros se fueron, luego ella corrió la cortina y entró al cubículo.

Kile recordaba que no había estado en la enfermería desde que a sus dos años había sido encontrado por los sabios, no tenía certeza de quién lo había examinado esa vez, sin embargo, no había nadie en el pueblo que no hubiese escuchado hablar sobre Chiemi. Todos la admiraban por lo hermosa e inteligente que era y en ese momento Kile tuvo más claro el porqué, él amaba a su esposa, aun así, sabía que hasta ella la admiraría al tenerla de frente. Sus rasgos eran particularmente delicados, tenía una nariz respingada, sus ojos eran alargados, algo muy poco común en el pueblo y tenía el característico pelo rubio de los Yellow hasta la cintura. Ella le regaló una sonrisa amable a Kile y se acercó a la camilla para observar su pierna. 

—Lamento mucho que mis niños no hayan examinado la herida antes, están aún completando sus prácticas. Mucho gusto, por cierto, mi nombre es Chiemi —se presentó mientras revisaba su herida y tomaba unas pinzas—. Necesito extraer lo que aún queda en la herida, buscaré mis implementos y le encargaré algo para el dolor —ella se levantó y salió del cubículo.

Kile odiaba ir al médico, al escuchar sobre un calmante se imaginó que le realizarían algún proceso doloroso, ya estaba preparado para lo peor. Al cabo de unos minutos, Chiemi volvió acompañada de Zack, quien traía una pequeña taza de barro con un líquido verdoso, y detrás de él estaba Cole con una bandeja de plata y algunos utensilios en ella. Zack se acercó a Kile y le entregó la taza, él lo miró confundido. 

—No se preocupe, es un calmante —le dijo Chiemi con su dulce voz, intentando calmarlo—. Le ayudará con el dolor.

Estando un poco más confiado al pensar en que seguramente había sido preparado por ella, la líder de las enfermeras, Kile tomó un largo sorbo de aquello y se tendió de nuevo en la cama. No tardó en notar el cuerpo pesado, ya no sentía dolor, así que mantuvo la mirada en el techo para no tener que ver mientras Chiemi hurgaba su herida para asegurarse de que no quedaba nada más ahí. Tenía que admitir que era bastante buena en lo que hacía, no sentía nada de lo que estaba haciendo con su pierna. Zack estaba mirando desde atrás mientras Chiemi cosía la herida y Cole sujetaba una bandeja llena de cosas. A unos cuantos minutos empezar el procedimiento, notó que comenzaba a ver un poco borroso y ya no las distinguía bien los instrumentos en la bandeja del enfermero, se estaba quedando dormido.

Para cuando despertó, se encontraba solo de nuevo, esta vez estaba en un lugar distinto, suponía que había sido trasladado a una habitación. Sentía un dolor muy leve en la herida y aún se sentía un poco mareado, aunque intentaba no prestarle atención. Estuvo escuchando lo que ocurría a su alrededor por un rato, prestando atención a los pasos de aquí a allá, intentaba mitigar su malestar al prestarle atención a los ruidos. Había notado que eran en su mayoría murmullos, no sabía cómo era un día normal en la enfermería, aunque le parecía que era demasiado movido para su gusto. Sintió ganas salir de ahí, estaba solo y nadie lo notaría. Intentó levantarse, pero no pudo hacerlo, le faltaba mucha fuerza. Continuó escuchando voces ir y venir hasta que entre todas esas voces, una se le hizo conocida.

 —¿Cómo se encuentra? —preguntaba su esposa con tono preocupado.

Más tarde, esa noche, ya se encontraban juntos de nuevo en casa. Afuera hacía mucho frío y Lina había preparado la chimenea para ellos dos, él estaba recostado en su hombro sintiendo su respiración tranquila. Hace tiempo no compartían un momento como ese, últimamente él dedicaba mucho de su tiempo a la investigación y no pasaban tanto tiempo juntos como antes, ella no había vuelto a mencionarle el tema, pero sabía que la incomodaba mucho y prefirió no tocarlo. 

Siempre habían compartido el deseo de tener un hijo, al principio surgió como algo espontáneo y él se odiaba por haberlo convertido en un tema de conversación que ella no quería tocar al obsesionarse con el talento que heredaría el bebé. 

Esa noche, Kile decidió que retomaría su plan inicial. Se acurrucó un poco más en las sábanas y se acercó más a ella, el fuego comenzaba a apagarse y él buscaba una fuente de calor en los abrazos de su esposa. Ella lo miró a los ojos, en ellos pudo leer todo el amor que le tenía, al fin Kile había entendido que su familia debía nacer del fruto de su amor, y no como parte de sus resultados de laboratorio.

Búscame en el agua.Where stories live. Discover now