Capítulo 28

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Tomar su cabeza, imaginar cómo el agua limpia sus recuerdos y ya, eso será todo, tú puedes.

Darya se repetía aquello una y otra vez y no lograba comprender cómo se suponía que iba a hacer tal cosa. Le rompía el corazón pensar en que ellas estaban buscando a su ser querido, no sabían qué le había pasado y deseaban encontrarlo.

Querían traerlo de vuelta.

Tal como podría estar pasándole a Eamon y Azami ahora mismo.

No podía, eso no era para ella. Se negaba a acabar con su ilusión de encontrarlo, y destrozar cada uno de sus recuerdos juntos, como si nunca hubiesen existido. Sentía que iba a desmayarse de solo imaginarlo.

Observó a aquella chica, era más o menos de su edad, llevaba la canasta con fotos de su padre colgada del brazo. Darya sabía que solo era cuestión de que se distrajera, para que Maia quemara aquellas fotos. Al menos debía esperar que se separaran antes de cualquier cosa, intentaba no involucrarse, sabía que si lo hacía, le costaría aún más aquella tarea.

—Cariño, ¿tienes hambre? —le preguntó su madre.

Di que no, di que no, di que no.

—Sí, hemos pasado todo el día fuera. Quiero comer antes de salir a repartir estos carteles.

—Sé que aparecerá pronto. Sabes que él nos ama, y haría cualquier cosa por nosotras, pronto volverá a casa.

Sin saberlo, le hundían cada vez la estaca más en el corazón a Darya, que sintió que su sangre se helaba mientras la madre de aquella chica se dirigía a la cocina, dejándolas solas con su hija en el recibidor.

—Es ahora o nunca, Dary. Hazlo —la alentó Maia.

¿Dary?

—No puedo, no puedo hacerlo —le dijo Darya desesperada, cubriéndose la cara con las manos, las mismas que debía usar para ejecutar aquella tarea.

—Sé que es difícil, pero todo saldrá bien. Ellas nunca sabrán lo que pasó y sobrevivirán, se tienen una a la otra. Sería peor que lo busquen con la esperanza de poder encontrarlo, o que piensen que él las abandonó, cuando no es así.

Aquello tenía sentido, pero igual le dolía. No quería creer que ellas no pudiesen volver a verlo, porque eso significaba que ella no podría volver a casa. Por donde lo viera, causaba dolor a alguien, y si podía impedir que sufrieran su perdida, iba a hacerlo.

La chica de pelo púrpura oscuro dejó la canasta en la mesita que había junto a los sofás, y se sentó en uno de ellos. Luego, se quedó quieta por un momento, y Darya sabía que esa era su señal, se acercó por detrás y levantó ambas manos, rodeando su cabeza.

—Vas bien, adelante —le dijo Maia, observándola de cerca.

Darya dudó, no sabiendo bien qué debía hacer. No quería mojar todo, ni causar algún ruido que pudiese alertar a su madre. En aquel momento, la chica abrió los ojos y dirigió su vista hacia el cuadro en la pared, donde antes se encontraba la familia retratada, pero ahora solo estaban ella y su madre. Al verlo, pareció reaccionar, levantándose del sillón, y Maia se apresuró a gritar para evitarlo.

—¡Darya, hazlo ya!

Pequeñas burbujas parecían salir desde su cabeza hacia las manos de Darya, quien cerró los ojos, concentrándose en lo que debía extraer. Pensó en aquel Green, y sentía cómo poco a poco los recuerdos llegaban a ella. Delante de sus ojos vio pasar gran parte de la vida de aquella chica, desde que era niña, todos los momentos que habían compartido juntos.

Darya pudo sentir cómo salían lágrimas de sus ojos mientras aquella secuencia de recuerdos se reproducía delante de ella. En cada una de esas escenas, se recordaba a sí misma con su padre y sentía que al arrancarle esa parte de su vida a esa chica, daba total derecho a que la arrancaran a ella de los recuerdos de su padre. Y lo que más la atormentaba, era saber que podría ser ella la que lo hiciera.

Supo que había terminado cuando aquella secuencia se detuvo después del último recuerdo. Era una mañana, mientras desayunaban los tres juntos en la cocina, la madre de aquella chica había preparado panqueques, y su padre se encontraba muy animado comiéndolos a su lado, mientras hablaban y reían juntos, cuando terminaron, su madre y la chica se despidieron de él y salieron juntas.

Se sentía agotada, había visto desde el primero hasta el último de los recuerdos que involucraban a aquel Green en la vida de su hija, y mientras la veía dormir plácidamente en el sillón, sentía que cargaba con un gran peso encima.

Volteó a mirar a Maia, mientras se limpiaba las lágrimas. Sabía que aún le faltaba completar aquella tarea con la esposa del Green, pero sentía que no podía moverse del cansancio.

—No estuvo nada mal, lo hiciste muy bien, pequeña —le dijo Maia, mientras se asomaba hacia la próxima habitación donde se encontraba la madre.

Como pudo, Darya la siguió y vio que se encontraba sentada en la mesa de la cocina, ojeando un periódico, mientras esperaba que la comida estuviese lista. Era el momento de acabar con eso, Darya sentía que explotaría al tener que cargar con los recuerdos de ambas, pero cuanto antes terminara, más rápido podría salir de ahí.

Se acercó a ella por detrás, e hizo lo mismo que con su hija. Rodeó su cabeza con ambas manos y poco a poco las burbujas fueron llegando, trayendo consigo muchos recuerdos. Entre ellos, cómo se conocieron un día en el bulevar, el primer beso, la propuesta de matrimonio, cómo se había tomado la noticia de su hija, su nacimiento, las primeras palabras, las noches en que él se levantaba para dejarla dormir mientras calmaba a la bebé, todos sus desayunos juntos. Hasta que revivió aquel último, que había podido ver en los recuerdos de su hija.

Su cabeza poco a poco se fue recostando de la mesa, hasta quedarse dormida sobre aquel periódico.

—No quiero ver su cara manchada con tinta cuando despierte —bromeó Maia, mientras observaba a la estufa—. Por cierto, debes apagar este fuego, no podemos dejar que se quemen.

—¿Cómo? —le preguntó Darya mientras bostezaba, se sentía realmente cansada.

—Con algunas gotitas, pero espera. Primero debes deshacerte de esos recuerdos.

—¿Ya no había hecho eso?

—Se los quitaste a ellas, pero no creas que vas a cargar con eso toda la vida, tu cabeza explotaría. Sígueme, tenemos que ir a los cultivos.

Darya la siguió afuera, dónde había un patio lleno de cultivos, que al parecer no estaban ahí antes, podría apostar que eran la razón por la que el Green se había liberado.

—No me digas que...

—Exactamente, hay que quemarlos —respondió Maia, con total naturalidad.

—¿En serio? Si fue la razón por la que se liberó, seguro quiso dárselos a ellas, ¿y vamos a quemarlos?

—Sí, ninguna de ellas sabe nada de agricultura, van a sospechar que no fueron ellas quienes los plantaron, y todo lo que hicimos hoy no habrá valido de nada. No podemos dejar ningún cabo suelto.

Dicho eso, señaló los cultivos con un dedo y estos comenzaron a arder, en frente de sus ojos.

—Ahora haz lo tuyo, esparce agua por acá. No quiero que se noten las cenizas, y con el agua puedes liberar esos recuerdos, imagina cómo fluyen, y déjalos ir.

Aquello era muy interesante, y le daba una idea a Darya, ¿sería posible para ella implantar pensamientos?

—Y si los riego acá, ¿no hay posibilidad de que vuelvan a encontrarlos?

—Sí, pero muy mínima, tendrían que comerse la tierra.

Darya intentó reaccionar naturalmente con una pequeña risa, sentía la victoria cada vez más suya. Si era posible implantar pensamientos, sería muy fácil para Darya comunicarse con Eamon o Azami, solo tenía que encontrar la manera de que nadie la siguiera a su casa para poder lograrlo. Mantuvo ese pensamiento, mientras terminaban su pequeña misión, liberando los recuerdos, apagando la estufa, y volviendo a colocar la puerta. Todo era más fácil ahora que sentía cómo la esperanza de nuevo florecía en su interior.

Búscame en el agua.Where stories live. Discover now