Capítulo 26

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Darya sabía que lo mejor en ese momento era colaborar, los liberados eran demasiados.
Y si pensaba volver a la normalidad, tenía que reunir toda la información que pudiese, y estaba decidida a usar a Maia como un recurso para lograrlo.

Siguió observando aquella larga lista que le había pasado Maia. Había demasiado trabajo por hacer, ¿de verdad tanta gente se dejaba llevar por la maldición día a día? Le parecía increíble.

Y le despertó una duda también.

—¿Hace cuánto tiempo...? —así empezó a hablar, dirigiéndose a Maia, pero no sabía como concluir su pregunta.

Maia pareció intuir lo que quería decir, porque sonrió con esa típica sonrisa en ella, que le hacía cerrar los ojos, y luego soltó un suspiro.

—Hace quince años.

—¡¿Quince años?!

Aquello era demasiado, ¿qué había pasado con su familia? ¿Por qué estaba tan tranquila? Darya no podía creer que ella no tuviese a alguien por quien luchar. Ambas siguieron caminando en silencio, hasta que Maia la sacó de esos pensamientos que la estaban atormentando.

—Sé lo que estás pensando, quieres saber cómo he aguantado tanto. Cuando me liberé, fue por decisión propia. Mi esposo y yo estábamos siguiendo una investigación y como parte de ella, yo debía usar mis poderes, lo que obviamente resultó en terminar quemándome justo frente a sus ojos.

Darya estaba impresionada de la tranquilidad con la que Maia hablaba sobre aquello. Recordó cómo se sintió cuando cayó al agua, el agua normalmente le quemaba, pero justo en ese momento, la había sentido como una liberación. Ya entendía de dónde venía ese término. Intentó continuar con la conversación para obtener más detalles, pero ambas pudieron ver más allá una pequeña cabaña, junto al lago, y se apresuraron a llegar a la puerta.

—¡Qué suerte! No hay nadie, podremos terminar esto rápido y te mostraré dónde vivo.

Darya no había pensado en eso, ¿dónde vivían los liberados? Cuando notó que no podía entrar a su casa, creyó que tendría que vagar por ahí para siempre.

—¿Dónde vives? —le preguntó Darya.

—Ya te llevaré a mi casa, vamos a concentrarnos en esto primero.

Darya aún se preguntaba cómo iban a entrar, sabiendo que la puerta estaba cerrada. Maia le hizo señas para que se mantuviera cerca, y levantó su mano justo en frente de la puerta, manteniendo levantado uno de sus dedos hacia su dirección. Aún con la mano levantada, le advirtió.

—Esto puede que sea extraño para ti.

Dicho eso, tocó la puerta con la punta de su dedo índice, y esta empezó a quemarse justo en frente de ellas. El fuego no se esparcía hacia las paredes de la casa, parecía que solo estuviese dirigido hacia la puerta, y una vez que esta se redujo a un pequeño montoncito de polvo en el piso, el fuego desapareció.

—Asegúrate de no revolver las cenizas, las necesitaremos para poner la puerta en su lugar cuando terminemos —le pidió Maia, con total naturalidad.

Todo aquello le parecía un sueño, Darya no podía creer lo que acababa de pasar aún, ¿y le estaba insinuando que pondrían la puerta de nuevo? No había quedado nada de ella que pudiera salvarse. Se sentía muy perdida, definitivamente aquello le iba a costar.

Se adentraron a la pequeña casa, y se encontraron en un recibidor con varios sofás y una mesita de café con algunos libros abiertos. De las paredes estaban colgadas algunas pinturas, y notaron que había una gran pintura familiar donde se podía ver al Green con su esposa, una Red, y su hija Purple. Aquella era una combinación bastante extraña, la hija podía controlar lluvias y tornados, su padre las plantas, y su madre el fuego, tal como Maia.

Búscame en el agua.Where stories live. Discover now