Capítulo 15

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Azami sentía la presencia de Darya cerca, aunque no podía verla. En el suelo reposaban las esposas que debían asegurarla, le dolía verlas ahí abandonadas. Azami sentía las gotas de lluvia correr a su alrededor, resbalándose por su piel, haciéndola sentir aún peor y bajándola de la nube de felicidad en la que había estado momentos atrás. 

Los gritos de Darya del día anterior mientras intentaba limpiar el barro de su piel seguían resonando en su memoria, y su mente comenzaba a divagar. Se imaginaba sus alaridos de dolor al sentir la lluvia caer sobre su piel. Solo esta suposición ya le causaba un profundo dolor en el alma, y se negaba a aceptarlo. Azami sabía que Darya era capaz de alcanzar la llave, ya se lo había demostrado antes. Por lo tanto, estaba convencida de que Darya estaba cerca, podía sentirlo.

La lluvia era cada vez más fuerte. Sin embargo, estaba decidida a buscarla. No había manera en que Darya pudiese haber salido de ahí y aquel constante sentimiento de cercanía que no la abandonaba hacía que Azami no perdiera la esperanza, su hermana estaba ahí e iba a encontrarla. 

Metió la langosta al contenedor lo más rápido que pudo y aseguró la tapa, antes de subir al barco había pensado que aún le quedaba un poco de tiempo para continuar con la pesca, había estado distraída, y creyó que podría conseguir algunas langostas más antes de partir, pero había olvidado completamente que no estaba sola. Estaba desesperada, había aceptado traerla por su propia seguridad y no había sido capaz de mantenerla a salvo.

Decidió lanzarse al agua y buscarla, pero no había rastro de ella por ningún lado. Era como si hubiese desaparecido, como si se hubiera desvanecido en contacto con el agua, como polvo, dispersándose en el viento. A pesar de haber pasado toda su vida en esas aguas y de sumergirse lo más que podía en su búsqueda, la lluvia dificultaba su visión, limitándola a ver nada más que sus manos al nadar. El fondo del agua se encontraba desolado, sin nada más que la presencia de langostas.

Aunque no tenía reloj, estimaba que había pasado alrededor de una hora buscando sin descanso entre el bote y el agua. La preocupación la invadía, se hacía tarde y se imaginó a las langostas volviéndose azules, mareadas de tanto dar vueltas en el contenedor. Sabía que aquello era imposible, pero gracias a esa suposición fue consciente de que debía entregar aquel pedido a tiempo, no tenía tiempo para seguir buscando y no se le ocurría qué otra cosa podía hacer. Ya había revisado por todos lados, en el bote, en el agua, su hermana no estaba por ningún lado.

Su frustración la cegó, haciéndola sentir totalmente bloqueada. Negaba la realidad, sin querer aceptar que debía marcharse, y se aferraba desesperadamente a las esposas, esperando que estas le dieran alguna señal de lo que había pasado. Sus lágrimas se entremezclaban con las gotas de lluvia, aunque cada vez iban disminuyendo en intensidad, la lluvia estaba cesando. Se hacía tarde y debía irse, la brisa se tornaba más fría conforme el atardecer se aproximaba. 

Resultaba imposible para ella asimilar que Darya se había ido, pues aún sentía su presencia tan cercana. El caer de la noche le recordaba su responsabilidad de cumplir con el pago de la operación de su padre, y tenía la certeza de que ya la estaban esperando en la playa para recoger el bote. Llena de lágrimas y temblando por el frío del ocaso, presionó el botón que recogía el ancla, recordando cómo Darya lo había activado hace unas horas y sintiendo que abandonaba una parte de sí misma, se dirigió al timón.

—Te prometo que voy a buscarte, Dary. Y voy a encontrarte —dijo al aire, abrazada al timón.

Al llegar a tierra se encontró con los dueños del restaurante, quienes le habían hablado del encargo y le habían prestado el bote.

—¿Estás bien? —le preguntó la señora al ver su cara llena de lágrimas.

—Sí, todo está bien. Las langostas están en el contenedor —le respondió.

Búscame en el agua.Where stories live. Discover now