Cincuenta y dos

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Alika en primavera era un ser completamente distinto

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Alika en primavera era un ser completamente distinto. Desprendía una vibra como de personaje de Mama Mia, vistiendo con jeans rotos y blusas ombligueras para salir al jardín en pies descalzos a hacer curiosidades con las plantas y explorar un nuevo pasatiempo; el de pintar maceteros con frases femeninas y citas de artistas de todas las corrientes y todos los tiempos.

Me gustaba así. Me parecía que comenzaba a conocerla un poco más que antes y me daba cuenta que era una chica compleja. Tanto que me parecía que ni ella misma se había descubierto del todo hasta ahora.
Era joven. No sería de extrañarse que así fuera.
Cuando nos conocimos confesó ser una chica metida eternamente dentro de un rol imaginario que había creado con el tiempo.
Un personaje que creía que podría hacerla lucir más interesante a ojos de los desconocidos, pero que en realidad estaba ocultando las partes más fascinantes de ella misma.
El tiempo en la universidad la estaba cambiando bastante.
Se desenvolvía con cada vez más naturalidad, florecía junto con las margaritas y las bugambilias de las jardineras y juraría que cada vez que regresaba al final de la tarde, otra flor más crecía en sus macetas, como si fuera alguna clase de criatura mitológica con el poder de hacer brotar de la tierra maravillas.

-Me encanta ese nuevo estilo que traes- le dije una mañana en el auto mientras nos dirigíamos al colegio.

-¿Qué nuevo estilo?- preguntó desorientada, saliendo bruscamente de sus cavilaciones mientras se pintaba los labios de rojo, se rizaba las pestañas y tarareaba Hands Clean de Alanis Morissette que sonaba en la radio, en una estación de éxitos dosmileros que ella escuchaba con frecuencia.
La había admirado todo el camino en ese proceso de belleza y tenía algo arrebatador que iba más allá de lo visible, lo tangible y lo audible.
Era preciosa toda esa nueva energía y me estaba volviendo algo loco.

-El que traes puesto- insistí y ella se miró otro segundo al espejo y luego se miró la ropa.

-¿Me veo diferente?- preguntó confundida.

-Muchísimo.

Ella sonrió, como si fuera la clase de persona que lejos de preocuparle el cambio le halagaba.

-No estoy usando nada diferente, esta ropa la tengo desde hace varios años, Harry- resopló y continuó dando los últimos toques de rimel a sus pestañas.

-No es la ropa- murmuré, mirándola solo por el rabillo del ojo ahora y podía apreciar la sonrisa en su cara aún- te maquillas diferente.

-Ah, una chica en una de mis clases optativas me enseñó a usar el rizador de pestañas... No sabía que podía hacerlas lucir tan largas, nunca creí que el rizador tuviera tanta ciencia. Pero este labial también es viejo...

-Bueno, es que no solo es eso- la interrumpí.

-¿Y qué es?

-No lo sé. Te sientes diferente. Se lo he atribuido a la primavera. Pienso que mutaste junto con ella.

Querida mía | Harry Styles |Where stories live. Discover now