D o c e

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Lo que sus manos hacían con las mías, era romántico

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Lo que sus manos hacían con las mías, era romántico.
Las tomaba, las llevaba por arriba de mi cabeza y entrelazaba sus dedos con los míos mientras nuestros labios aún no querían abandonarse.
Gemí entre besos, debido al ritmo tan delicioso. Harry iba y venía lento pero profundo sobre mi cuerpo, llenandome de placer de los pies a la cabeza.
Cada rincón de mí estaba complacido.

Enrede los pies por detrás de su espalda, apretando su cintura entre mis muslos cuando sentí que estaba cerca de nuevo.
Otro orgasmo más y podría irme al cielo en ese justo momento.
Harry finalmente también se dejaba vencer.
Apoyó la frente contra la mía, llevó mis manos a su nuca y bajó las suyas a mi espalda baja para curvar mi cuerpo.
Nos miramos a los ojos y nos vinimos a la vez.
Gemimos a la par, bajo pero tendido.
Nos besamos después, por algunos minutos hasta que nuestros cuerpos se dejaron ir.
Harry se quitó el preservativo, lo arrojó en el cesto de basura y se recostó con un suspiro a mi lado.
Se quedó ahí mirando el techo en silencio por un rato hasta que yo cerré los ojos.
Estaba en confianza, no temía quedarme dormida y él parecía que tampoco tenía problemas con eso.
Cuando comencé a perder la conciencia, le sentí jalarme suavemente.
Posó un brazo sobre mi cintura y me apegó a él.
Besó mi frente, posó mi cabeza en su hombro y terminó de adormecerme con su respiración cerca de mi oído.
No le escuché decir nada en particular, las palabras no hacía mucha falta en ese momento.
Era más bien, una oportunidad de viajar al oasis donde ninguno de los dos pensaba en nada, tan solo disfrutaba.
Pero por la noche, había mucho tiempo para lavar de nuestros cuerpos el deseo y al despertar por la mañana, nuestras mentes ya no estarían nubladas por el sexo.

No era arrepentimiento lo que sentía, por supuesto no podría decir que estaba arrepentida. Era más bien vergüenza al estar ahí, tan desnuda, tan frágil y expuesta a él.
Así que era también un poco de miedo.

Él al igual que yo estaba completamente desnudo, cubierto tan solo por una sábana que, a la altura de su cintura, no cubría su torso trabajado.
Harry me había soltado en algún momento de la noche y ahora, estaba de boca contra la cama.
Su espalda ancha, me resulta a atractiva. Su cabello, era un desastre encantador y su piel tan pálida como la porcelana me aparecía probarla con un beso. Pero ahora, no me atrevía.
Miré más allá, y observé una cicatriz que tenía en el hombro.
Lucía grande y profunda.
Me sorprendía no haberla sentido con las manos la noche anterior a pesar de que lo toque tanto.
Me acerqué para mirar mejor, pero temí despertarlo.
El chico suspiró y cambió de lado la cabeza, pero en ningún momento abrió los ojos.

«Asi que... ¿Ahora qué?» me preguntó la conciencia mientras me levantaba nerviosa de la cama.
Mi desnudez me avergonzaba bastante.
No quería que Harry continuase mirándome.
La noche pasada, hicimos el amor en la oscuridad y eso ciertamente era distinto a que me viera de pie a la mitad de su recámara, sin nada de los pies a la cabeza.
Me vestí rápidamente y pensé en lo que debía hacer.
Miré la hora en el reloj.
Apenas iban a dar las seis de la mañana.
Tenía tiempo suficiente para ir a casa y alistarme para el colegio, pero no quería ser la clase de chica que se entrega intensamente por la noche y luego huye al amanecer.
Una nota era algo trillado, pero no quería despertarlo, así que aunque no era mi intención dejarlo de esa forma, tuve que hacerlo.
En mi bolso, en la planta baja, tomé un retazo de papel y al tener el bolígrafo en la mano, me costaba pensar en las palabras correctas.
No quería sonar como la chica que había escapado, tampoco quería parecer muy enamorada tan pronto. El punto medio, era difícil de encontrar para mí.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora