C i n c o

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Al salir del museo, Harry me ofreció invitarme a comer algo

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Al salir del museo, Harry me ofreció invitarme a comer algo.
Eran las cinco de la tarde y no sabía si podía  considerar eso como un almuerzo o una cena.
Sea como sea, no había comido nada en todo el día, excepto por un café por la mañana, así que estaba hambrienta y acepté su oferta.

Harry eligió un bonito restaurante en una calle popular con varios lugares como esos.

—Puedes dejar las cosas en el maletero— me ofreció y al detenernos frente a este, coloqué las pinturas ahí mientras por detrás de mí un sutil contacto me hizo estremecer.
La mano de Harry se apoyó en mi espalda con la confianza de un amante, pero tan fugaz como un error.
Cerró el maletero de un golpe y luego me invitó a seguirlo.

El lugar a donde nos dirigíamos era increíble,  un restaurante Italiano con una puerta grande al centro de dos ventanales con marcos de madera negra. Por encima de todo eso, en el segundo piso habían balcones cuyas rejas estaban recubiertas por jardineras de rosas rojas.

Tenía un aspecto digno de un restaurante de Italia. Siempre romántico, como si fueran inspirados en cuentos de hadas.
Por dentro, los muebles eran de madera, rodeando una barra principal, de donde los meseros iban y venían.
—¿Te queda alguna mesa en balcón?— preguntó Harry al hombre que nos atendió al entrar.
El sujeto asintió y nos dirigió al lugar.
—¿Te gusta en el balcón?— me preguntó también.
—Si.
Aceptaba cualquier cosa, no tenía ningún capricho en particular para ese día.

El mesero nos acompañó hasta una mesa libre en un balcón, con una linda vista a la calle.
—Es lindo aquí— pensé en voz alta mientras me sentaba y miraba las flores a nuestro lado y la sombrilla sobre nosotros que nos permitía gozar bajo sombra.
De cualquier forma, el sol no era una molestia ese día.
Me gustaba el aspecto que todo eso tenía.

—Me gusta este lugar, tiene muy buena pizza, podemos compartir una si quieres— ofreció mientras ambos mirábamos el menú.
—Suena bien— acepté sin dudar. Pues no soy la clase de persona que rechazaría una buena pizza.
Elegimos una con diferentes tipos de queso, tomates cherry, aceitunas negras y champiñones.
Apostaba a que sería una delicia.
Ordenamos también una jarra de tinto de verano y una entrada de pan toscano con mantequilla y quesos.
El pan era delicioso al remojarlo en vinagre, no podía disimular el hambre que tenía.

Al acabarlo todo, apoyé mi mentón en una mano y miré de nuevo hacia la calle, en espera de que nos trajeran nuestro plato fuerte.
Suspiré y tuve la sensación de que Harry me observaba, así que de forma impulsiva, volví los ojos a él para darme cuenta que en efecto. El chico me miraba con esos penetrantes ojos verdes mientras le daba un par de sorbos a su tinto de verano.
Cedió casi de inmediato.
Bajo la vista y dejó en la mesa su vaso.
La intriga que me causaba, me consumía. Necesitaba saber cuál era su intención al tenerme ahí.
Sabía que si se tratara de cualquier chico del colegio, daría por hecho que estaba intentando enamorarme, pero con Harry, eso no podía ser.
Miré disimuladamente una de sus manos mientras jugaba con el salero, dándole vueltas entre los dedos y noté que no tenía su anillo.
Ese anillo que estaba segura que le había visto antes.
Tuve la intención de preguntarle, pero no sabía cuál era la manera correcta de decirlo.
No quería parecer entrometida o hacerle saber que sospechaba de sus intenciones conmigo a pesar de ser un hombre casado.

Querida mía | Harry Styles |Where stories live. Discover now