V e i n t e

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Harry tenía razón

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Harry tenía razón. Lo más recomendable ahora era darnos un tiempo para pensar las cosas, para calmarnos y para que su divorcio proceda.

Yo mientras tanto, trataba de hacer algo productivo con mi tiempo para evitar hundirme en la tristeza.
Estar sola en una casa y en una ciudad donde no contaba con nadie, me hacía replantearme el problema principal.
Yo era el problema. Me daba cuenta que la única persona a la que le permití conocerme fue a Harry, el resto de las personas con quiénes convivía, tan solo me conocían como a una imagen sin trasfondo.
Debía cambiar eso, porque necesitaba formar amistades un poco más realistas y de confianza, aunque no estaba segura si podía considerar a las chicas del colegio como personas con el potencial para ser mis amigas.
Temía que me juzgaran o se burlaran del lado vergonzoso de mi vida, las personas como ellas, son así.
Superficiales, arrogantes, fugaces.
Había muchas chicas de ese estilo en mi clase y tenía la corazonada de que los chicos del otro edificio eran igual.

A primera instancia, al salir del taxi que me condujo hasta ese lugar, fue inquietante ver a algunos de ellos a entradas de la casa de Greta envueltos en una nube de humo -producto de sus cigarrillos- que parecía tener vida propia, se aglomeraba a su alrededor y se disipaba lentamente al levantarse hacia lo alto de sus cabezas.

Todos ellos me miraron cuando me acerqué hacia la puerta, pero ninguno habló.
Sentí tan solo la intensidad de sus miradas clavarse sobre mí y estudiarme con detenimiento.
No los conocía en absoluto, ninguno de esos rostros me resultó familiar, estaba segura de que no eran los mismos chicos que solían sentarse en el muro.

Al entrar a la casa, me quité el abrigo cuya robusta tela blanca de líneas negras me protegía del frío de las calles, pero ahí adentro se disfrutaba de una cálida atmósfera.
Dejé mi abrigo junto con otros varios que colgaban de un perchero y acomodé mi blusa color pardo de mangas largas con un hombro abierto por arriba de unos jeans negros y unas botines del mismo color con una correa de pedrería dorada.

Dejé mi abrigo junto con otros varios que colgaban de un perchero y acomodé mi blusa color pardo de mangas largas con un hombro abierto por arriba de unos jeans negros y unas botines del mismo color con una correa de pedrería dorada

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Un agudo estrépito me hizo dar un pequeño salto en mi lugar al cruzar el recibidor donde se encontraba la escalera de caracol y las puertas de cristalería que conducían a diferentes zonas de la casa.
De una de ellas aparecía Zahira golpeteando sus zapatos de tacón fuccia a juego con la blusa escotada que lucía.
De pronto me sentí poco preparada. Ella se veía tan hermosa, esplendida con el collar de brillantes que le ajustaba al cuello y unos pantalones de cuero.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora