Verse atrapada en un triángulo amoroso no estaba en los planes de Violette; su intención nunca fue herir los sentimientos de otras personas, pero ¿cómo podía evitar enamorarse de Harry, el único chico que realmente la veía?
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Si me hicieran la pregunta "¿te gusta viajar?" mi respuesta sería afirmativa, es decir ¿a quién no? Aunque ¡claro! En este mundo, existe toda clase personas: las que se marean con las curvas de la carretera, quienes tardan un tanto en adaptarse a la altura de otras ciudades, los que temen a las alturas y también los que padecen de ansiedad social. En mi caso, ninguna de las opciones validaban, así que volviendo a la pregunta inicial: sí, me encanta viajar.
Pero siendo honesta, hasta el momento, no conocía mucho del mundo. Mi experiencia viajando por carretera se basaba en recorrer ciudades de América y los únicos vuelos que había tomado, fueron con destino a Canadá solo en dos ocasiones.
Como seres humanos, la capacidad que tenemos de adaptación es impresionante, de eso no tengo duda, como prueba de ello, estaban las nuevas tecnologías, las diversas áreas laborales e incluso, una pandemia mundial, sin embargo, hasta cierto punto es normal experimentar una mezcla de emociones cuando algo desconocido se avecina a tu vida, así que en lo personal, ser la nueva del pueblo representaba muchas cosas.
Quería ser realista y acompañar dicha actitud positiva; no quería centrarme únicamente en lo malo, lo hecho, hecho estaba y ya me encontraba cansada de darle mil vueltas al asunto.
Siendo así, tratando de encontrarle el lado bueno a la moneda, ahora tenía la oportunidad de ampliar mi mentalidad descubriendo nuevas culturas, visitar lugares que jamás pensé pisar e incluso hacer nuevos amigos. Siempre dicen que lo ideal es expandir tu círculo social para... ¡A quién quería engañar! ¡Esto no era lo que yo quería! Yo no quería nuevas personas en mi vida, yo quería estar en casa a pesar de que mi familia se estuviera desmoronando. Seriamente, pensaba que era mejor seguir presenciando el divorcio de mis padres, que encontrarme del otro lado a punto de integrarme a una familia que era un tanto desconocida para mí.
Entendía los motivos, sabía que desde la perspectiva de mi madre esto era lo mejor para mí, pero ¿por qué nunca se le pregunta a los hijos qué es lo que quieren? Sé que muchas veces la respuesta viene acompañada de una estupidez típica de un adolescente promedio que cree saber todo del mundo, sin embargo, también sentimos, también experimentamos emociones y también nos duele ser apartados y que no se tomen un momento para permitirnos opinar sobre nuestra propia realidad.
Una vez que el avión aterriza y bajo del mismo, camino en la misma dirección que las personas que viajaban conmigo y me detengo justo en la banda que carga el equipaje de cada uno de los pasajeros con el fin de esperar mis maletas. Aprovecho este momento para escribirle un mensaje a mi familia anunciándoles que he llegado a Mánchester y una vez que corroboro que les ha llegado y tengo mis pertenencias a la mano, sigo con mi andar en búsqueda de la salida principal.
Mis pasos son lentos, incluso torpes debido a que en cada oportunidad que tengo, me paro a leer cada letrero que me indique por dónde caminar. Esto, acompañado de la marea de personas que caminan de un lado a otro con prisa, ocasiona que diversas personas choquen conmigo y me lancen miradas de odio.
