Diez

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El olor de la carne asada fue lo primero que Mali percibió al comenzar a despertar. Después vino una imagen de un techo y ramas de árbol que observó largo rato antes de sentarse en la pequeña cama en aquella cabaña a la que no recordaba haber ido. Al mirar sus piernas descubrió solo tenía puesto una sudadera. Específicamente la que ella dejó a Bardock y que le quedaba bastante grande. Eso era un alivio en cierta forma, pero por otro lado se sintió horriblemente transgredida. Cuando buscó a los alienígenas solo encontró a Bardock atizando el fuego para asar un costillar puesto en la chimenea. Mali pensó en levantarse, para ir a reclamarle, sin embargo, acabó experimentando un fuerte dolor en su pierna. Su quejido le regaló una mirada del saiyajin que se puso de pie para tomar el machete que dejó en la mesa.

-Sera mejor que no te muevas- le advirtió- Tu pie está bastante lastimado y si te agitas demasiado solo empeorará.

-¿Tú me quitaste la ropa?- inquirió Mali ignorando todo lo demás.

-Apestaba- respondió Bardock que había cortado un pedazo de carne de la que estaba asando.

Mali frunció el ceño y se cruzó de brazos. Más allá de que su ropa oliera mal, ciertamente era sensato habérsela quitado. No solo estaba sucia, sino también mojada y por lo que apreció, al ver sus piernas, Bardock solo le quitó los pantalones y le puso la sudadera, pues cuando se encontraron ella no tenía más cosa puesta que su brasier en la parte superior. Él no la limpió, así que pese a su atrevimiento no pareció tomarse otras libertades.

-¿Dónde está Zarbon?- preguntó la muchacha justo antes de que Bardock le diera un plato con un trozo de carne.

-Salio- respondió- Come- le ordenó.

-¿A dónde fue?- preguntó Mali, levantando sus castaños ojos a los negros de él.

-No lo sé- respondió Bardock sin quitarle los ojos de encima.

-¿Cuándo volverá?- preguntó la muchacha con cierta timidez.

-No lo sé- repitió el saiyajin y se sentó en el borde de la cama viendo hacia la puerta.

Mali tomó el plato siendo su mano seguida por la mirada de soslayo de Bardock, que callado permaneció ahí.

Mali durmió allí la noche entera. Lo hizo tan profundamente que ni siquiera se enteró del altercado que tuvieron Zarbon y Bardock producto de que el primero se propuso sostener la jerarquía entre los dos, dándole órdenes y no del mejor de los modos. Al fin, y solo porque todavía guardaba esperanzas de que fueran rescatados, Bardock acabó aceptando su lugar. Fue entonces que Zarbon le exigió se hiciera cargo de la mujer, pues fue su idea llevarla con ellos. El saiyajin sabía lo básico para curar heridas, pero nada respecto a huesos rotos. Si ese pie hubiera estado dislocado le hubiera sido fácil devolverlo a su lugar, pero en las condiciones que estaba prefirió no hacer nada. Optó por quitarle el empapado y sucio pantalón, teniendo que prender aquella máquina al borde de la ropa interior de la chica que así, dormida y pálida, se le hizo todavía más frágil. Sus manos gruesas, ásperas, le daban la impresión de que iban a dañar aquella piel. Acabó cubriéndola rápido con aquella prenda para apartarse de ella y esas incómodas ideas que le surgieron.

Bardock durmió sentado en el piso, cerca de la cama. Zarbon lo hizo cerca de la chimenea, sobre las pieles. Era el sitio con más espacio que había en la cabaña. Por la mañana el comandante salió temprano. Se sentía mucho mejor. El dolor había desaparecido casi por completo y eso le permitía desplazarse con más libertad. Tenía necesidad de limpiarse. Olía mal, estaca todo sucio y su ropa estaca arruinada. Los pedazos de su capa se habían convertido en una molestia. Por naturaleza Zarbon nunca gusto de mojarse demasiado. Tener que meterse al arrollo no era precisamente la más agradable de las ideas, pero era peor tener restos de lodo entre su atuendo. Cuando se asomó a la orilla el reflejo de su rostro le causó un profundo desagrado.  

Era para mí Où les histoires vivent. Découvrez maintenant