Veinticuatro

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Había un lugar muy bonito que él había descubierto no hacia mucho. A unos kilómetros, en dirección noreste, había un pequeño lago entre el mar de árboles. En su centro sobrevivían unas ruinas de piedra, tal vez, vestigio de alguna fortaleza o monumento antiguo que el tiempo había cubierto de musgo y otras plantas como juncos. Había mucha calma debido a que el acceso, producto de las espesa vegetación, era difícil. Animales grandes como los ciervos no podían acercarse. En la orilla de aquel lago, Zarbon descendió para dejar a Mali sentada en un tronco caído. Habían varios de esos por allí. Encender una fogata no sería difícil reuniendo un poco de leña y usando su ki como chispa. En cosa de minutos tuvo fuego para espantar a los insectos y brindar calor. Ella le dijo que tenía frío. Puedo llevarla a la cabaña, pero pensó que una vez el sayayín se recuperara volvería a ese lugar y prefería mantener a Mali lejos de él, pero no por celos o su desden a ese sujeto, sino porque ella posiblemente no quería ver a nadie después de ese traumático evento. Durante más de una hora, la muchacha solo se quedó sentada frente al fuego viendo las llamas sin expresión, apenas apretando la manta contra su cuerpo. Él le habló varias veces, pero Mali ni siquiera lo miraba. Zarbon había visto esa actitud muchas veces en las víctimas de sus conquistas, pero también en una persona muy cercana a él e incluso en su propia persona.

Con paciencia y una ternura desconocida para él mismo, Zarbon se hinco frente a la muchacha y le acarició el cabello con mucho cuidado. Ella tembló y apretó todavía más sus brazos contra su cuerpo. De no haberse quedado con él y Bardock, Mali nunca hubiera tenido que pasar por eso. Desde que ella tomó la decisión de ayudarlos nada bueno le había pasado a esa chica. La bondad parecía ser solo sinónimo de problemas, de sufrimiento.

-Mali- la llamó, pero ella no respondió.

Tras unos minutos Zarbon decidió tomar ese tierno y redondo rostro entre sus manos, entre esas falanges toscas que poseían en esa forma tan vil. Despacio giró la cabeza de las chicas y a él para que lo mirara Aunque sus ojos estaban ausentes. Esos infelices casi le rompen la nariz. El rostro de la chica seguía sucio y estaba un poco inflamado. Realmente la figura de esa mujer estaba haciendo estragos en el corazón de Zarbon tan pocas veces agitado.

-Voy a contarte una historia que solo yo conozco, Mali- le dijo en voz baja.

El planeta de Zarbon resultó de interés para Freezer. No solo por sus recursos, también por su gente que solían ser muy fuerte. Y el más fuerte de todos, hasta ese momento, era él. El menor de los hijos del rey. Zarbon era todavía un muchacho en medida del planeta Tierra. Debió tener unos 15 años cuando fue enviado a servir al emperador, como parte del acuerdo al que se llegó para garantizar la seguridad de su gente. Siendo el último en la línea de sucesión y no teniendo esperanzas de de llegar al poder para ese joven Zarbon ir con Freezer era la mejor de las opciones, sin embargo, en su corazón se instaló una pena. La única pena que recordaba hasta ese entonces  El tener que separarse de su madre, la única persona por la que él sentía amor, lleno de melancolía al muchacho. Toda su vida estuvo al lado de ella. Jamás se habían separado. Pero la sombra en el corazón de Zarbon no era menor que la de esa mujer, a la que tristemente no volvería a ver. Unos años después se integrarse al ejército de Freezer, en condiciones que él nunca llegó a conocer del todo, su madre falleció. Jamás pudo volver a esos tiernos y cálidos brazos que le aliviaron todos los pesares del mundo, aunque huyó a ellos en su imaginación aquella terrible noche y muchos días después de ella.

En el ejército de Freezer las mujeres eran escasas y la mayoría de ellas estaba desprovista de belleza. Parecía ser un requisito implícito, una garantía de seguridad. La belleza atrae. Con la belleza se es condescendiente, a la belleza se le rinda pleitesía, pero la belleza también despierta perversiones, codicia y envidia. Él tuvo que experimentar la peor parte de eso. Todavía era un niño y aunque fuerte, era ingenuo.

Era para mí Where stories live. Discover now