Epílogo 2

2.4K 96 66
                                    

Habían pasado ocho meses desde que acabamos con mi padre, creí que no lo lograríamos pero al fin tenemos el gusto de respirar con tranquilidad.

Mis pequeños estaban muy grandes, Naim había cumplido sus 12 años y Benjamín 7.

Sé que Erick decidió adoptar un niño junto con Justin, quién de hecho, ha vuelto a Los Ángeles para vivir junto con él. Ambos se casaron y fue una ceremonia totalmente perfecta.

Dafne logró disculpar a Tom, luego de tanta lucha por parte de él. La pequeña Kimby está muy grande, si no me equivoco tiene 8 añitos y el pequeño Caleb tiene unos meses de vida.

Los últimos estudios para saber si el cáncer había regresado salieron muy bien, más razones para poder ser feliz.

Aún no creo que todo esto esté sucediendo, lo siento como algo irreal. Es más, tengo el presentimiento de que despertaré y no habrá sido más que un bonito sueño.

Llevo mi mano a la venda que Bruno me había colocado en los ojos pero siento como sus manos alejan la mía para luego entrelazarlas.

—Eres impaciente, dea —suelta una pequeña risa.

—Tú sabes que no me gusta que me cubras los ojos y mucho menos me lleves a alguna parte que desconozco —besa el dorso de mi mano.

—Prometo que no es nada malo —me volteo hacia él como si fuese capaz de observarle—. Sé que no te gusta pero valdrá la pena, dea —siento como se detiene el coche.

—¿Llegamos? —la respuesta a mi pregunta es el sonido de su puerta siendo cerrada—. Genial, me deja hablando sola —suspiro.

Alguien toca mi hombro y me sobresalto.

—Soy yo —suelta entre risas—. Dame tu mano —se la extiendo—. Ten cuidado cuando bajes —asiento.

Desciendo del coche y el italiano coloca su mano sobre mi cintura para guiarme hacia alguna parte.

—Esto ya no me gusta, italiano —musito.

—No seas impaciente, dea —sus dedos aprietan la piel desnuda de mi cintura, el vestido que me hizo ponerme tenía una abertura allí.

—Te gustan las sorpresas a ti —él ríe por lo bajo y me detiene en algún punto.

—Listo —anuncia—. ¿Estás preparada, dea?

—Lo estoy desde que me elegiste el vestido —besa mi cuello—. Un momento —balbucea sobre mi cuello y mi piel se eriza ante su tacto.

—Sin juegos sucios, italiano —me muevo un poco y él comienza a desanudar la venda.

—Sorpresa, dea —parpadeo varias veces.

En cuanto mis ojos vuelven a acostumbrarse a la luminosidad, no hay mucha porque el sol está cayendo pero la hay.

Frente a mí se encuentra una mesa iluminada dentro de un corazón con velas. En el centro de la mesa hay un pequeño jarrón con girasoles, platos y copas de cristal.

Observo los alrededores y me percató de que éste lugar ya lo conocía de antes.

Volteo hacia él y me sonríe.

—Esto es... —asiente lentamente.

—Es el Lago Maggiore —voltea mi cuerpo un poco—, desde aquí se puede ver la Basílica di San Giorgio Maggiore —los tonos rosas y naranjas del cielo hace que se vea alucinante.

—¿Tú organizaste esto? —toma mi mano y me guía hacia la mesa.

—Becca y mi madre me dieron una mano —acomoda mi silla y me acerca a la mesa—. Pero lo mágico de ésta noche eres tú, dea —besa mi mejilla y toma asiento.

PERDICIÓN © #3 [✓]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon