004: Quemo mi cena deseando ser reconocido

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Estaba sentado en la orilla del río del campamento que daba cerca de las cabañas. Como no quería arena en mis zapatos, me coloqué en el lado con pasto, colocando mi mochila a mi lado.

Sí, me llevé conmigo mis cosas de la cabaña. Hermes será el Dios de los viajeros, pero también el de los ladrones.

— Que extraño es todo esto... —murmuré para mí.

Metí mi mano en el río un rato. Esperaba que fuera la cena pronto, tengo un hambre del demonio, sorprendentemente.

Al sacar mi mano, la sequé con la polera naranja del campamento que llevaba puesta, no quería luego tocar el suelo y quedar lleno de tierra.

Ahora estando sólo, escuchando el ruido de la naturaleza y no del parlante de la cabaña me sentía... deprimido. No es algo nuevo en mí, eso era mi día a día, pero... hoy no lo había sentido estando aquí. Cuando estaba con Atsushi en su tour que dejó a medias sin darse cuenta. Cuando Chuuya me enseñó a usar el arco y flecha. Cuando él usó el arco, flecha y manzana. Hasta cuando estaba en la cabaña con unos chismosos de primera. Me sentía... bien. O entretenido, por lo menos.

Ahora todo volvió a hacer aburrido. Justo como lo era antes.

Creí que tal vez, el campamento me haría sentir mejor en todo momento, pero... no importa donde vaya, luego de un tiempo la sensación de vacío en mi pecho siempre vuelve. Es como si fuera una maldición. ¿Habrá sido gracias a una divinidad? Nah, no creo. Probablemente sólo soy yo y mi adolescencia, como decía mi tía.

Ni llamarla se podía en el campamento. Las llamadas o mensajes de textos atraen a bichos raros con plumas y esas estupideces. Sólo se pueden enviar cartas y Atsushi no me enseñó cómo.

Por un momento, por el rabillo de mi ojo izquierdo, juré haber visto algo... alguien tal vez. Pero al voltearme, no había nada allí. Sólo los árboles y más naturaleza.

— Dioses, ya estoy viendo cosas...

Abrí mi mochila por primera vez, intentando no pensar en lo que creí ver. Ni si quiera sabía qué era lo que había dentro del bolso, ya que mi tía parecía tenerla preparada de antes. Después de todo, ella sabía que eventualmente tendría que venir a este lugar.

En la mochila, lo primero que vi fue ropa y muchísimas vendas nuevas. Gracias a los Dioses porque no me gustaría ocupar la misma polera todos los días y no creo alguien en el campamento use la misma cantidad de vendas que yo utilizo como para pedir prestadas algunas (robar, me refiero). Hasta hay dos pares de pijamas dentro. Hay una bolsa con un montón de sándwiches comprados (la fecha de vencimiento es un mes) y una foto en un marco negro... ¿y esta foto?

Estaba mi tía, mucho más joven, y yo cuando era un niño. Probablemente tenía tres o cuatro años, porque tenía un ojo vendado (había tenido un accidente cuando pequeño). Estábamos jugando cartas y yo le ganaba. O algo así.

No tengo idea quién tomó la foto, pero era linda. Así que la guarde al fondo de la mochila y saqué un sándwich, para luego cerrar el bolsillo grande.

Abrí el bolsillo de adelante y ahí estaba mi celular, el cargador, mis audífonos y mi billetera. Tenía mi única tarjeta, mi cédula de identidad y dinero en efectivo. Mucho dinero en efectivo. ¿De dónde lo habrá sacado? La guardé y cerré el bolsillo.

Después, saqué una de las botella de agua que estaba a los lados de mi mochila. Dejé esta misma como mesa enfrente mío y dejé mi sándwich allí, mientras abría la botella de agua.

— ¿Estás solo? —una voz detrás de mí me espantó por un momento (me atraganté con el agua). Estaba tan ido en el silencio de la naturaleza que no me di cuenta cuando Chuuya había llegado a mi lado.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now