018: Las serpientes no me agradan ni un poco

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Lo último que recuerdo antes de caer rendido por el cansacio fue... que me golpeé. Y eso sólo lo recuerdo porque me duele el trasero. Aunque el brazo lo siento algo extraño... y estoy algo adolorido, en general.

— No tienes porqué quedarte, Chuuya —escuché una voz mientras me despertaba; sin embargo, no abrí los ojos—. No estás de turno. —era Oda quién hablaba.

— No te preocupes por eso. —ahora oí a Chuuya, y él se sentía más cerca que el pelirojo.

Decidí finalmente abrir mis ojos, y, lo primero que vi, fue el techo de la enfermería. Este era muy distintivo, ya que los de Hefesto crearon un soporte para vasos, que gira dentro de toda la cabaña que se ocupa como enfermería. Estos tienen néctar, la medicina para los mestizos.

— Dazai —me saludó Chuuya. Su llamativa cabellera brillaba bajo las luces del lugar—, ¿cómo te sientes? —me senté en la camilla, mientras vi que Oda se acercaba a nosotros.

— Ya no estoy tan cansado, pero me duele un poco el cuerpo —contesté. Vi como sonrió un poco.

— Hola, Dazai —ahora me saludó el mayor.

— Hola, Oda Saku... —siempre olvido su nombre completo— Odasaku.

— ¿Odasaku? —preguntó, con una ceja arriba. Asentí.

— Siempre olvido tu nombre completo, así que junté lo que recuerdo. —abrió la boca en una O y, luego, sonrió un poco. Tomó uno de los vasos que giraban por el soporte y me lo entregó.

— Toma el néctar. —como era de esperarse, sabía a sopa de cangrejo.

— Que rico es el néctar —comenté, después de saborear el vaso con el líquido. Chuuya asintió— ¿A qué sabe el de ustedes?

— Curry —respondió Oda.

— ¿Picante? —asintió. Arrugué mi nariz un poco, involuntariamente. El picante no está en mis comidas favoritas.

— ¿No te gusta? —me preguntó Chuuya. Él, a diferencia de Oda, estaba sentado en un taburete de madera, al lado de la camilla.

— No me sienta muy bien —respondí. Chuuya sonrió un poco.

— A mí, el néctar me sabe a pastel de Red Velvet —comentó.

— ¿Te gustan las cosas dulces? —le pregunté, honestamente curioso.

— Sí —asintió—, pero no tengo una preferencia como tal. Me gustan muchos tipos de comidas.

— ¿Has probado el cangrejo en lata? —le cuestioné. Negó medio riéndose.

— Algún día, te daré a probar —dije decidido. Si es mi amigo, tiene que saber cómo sabe el cangrejo en su mejor estado.

Estiré mi espalda un poco y me acomodé bien. Le entregué el vaso, ahora vacío y cerrado, a Chuuya, a lo que él lo dejó en una mesa de madera pequeña, que había cerca. Era una mesa de noche o algo así.

Oda se había ido a otra camilla, pero no vi de quién. Entre cada una, hay unas cortinas, que dan cierta privacidad entre los heridos; él cerró la de enfrente al marcharse y, las que rodeaban por los otros lados del cubo, estaban ya cerradas.

Ahora que el néctar debe estar haciendo efecto, no debería de molestarme tanto el brazo, ni el trasero...

Oh, no. Mi brazo...

— No quedan tantos ya —me informó Chuuya, pero no le respondí, ni miré. Estaba demasiado ocupado con el asunto de mi brazo, que poco me entraba en la cabeza lo que me decía.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now