029: El campamento y sus tradiciones

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— Ash, ya no quiero más —lloriqueé en el lomo de Mori.

Estábamos yendo hacia la última grieta que me faltaba por cerrar, pero ya estaba empezando a cansarme de tanto ocupar mi poder. La grieta del sector de entrenamiento era gigante, por lo que ocupé muchísima energía.

— ¿Es que nadie más puede controlar la tierra?

— Los de Deméter pueden, pero muy poco; sus poderes se enfocan en las plantas. Eres el único con tanto potencial en la Geoquinesis, Dazai —me explicó, casi riendo con mi sufrimiento.

— Esto es injusto, —me crucé de brazos— ya no quiero seguir.

— Eres un niño.

— ¡No lo soy!

Llegamos a la enfermería, la cual estaba completamente destruida en la entrada y, además, habían unos cuantos Ipotanes que se estaban adentrando al bosque. Esperamos a que ya no estuvieran cerca para acercarnos más, y yo poder cerrar la grieta.

La mayoría de los monstruos que habían salido de aquellas fisuras se adentraban al bosque, lugar que prácticamente gritaba por ellos. El bosque los atrae, gracias a lo que sea que Ares hizo años atrás.

En caso de algunos pocos, Mori los hizo desaparecer en cuestión de segundos, con unas cuántas flechas o dagas muy finas, que lanzaba como si fueran monedas.

Es un viejo, sí, pero es un viejo con entrenamiento.

Al igual que Fukuzawa.

— Vamos, Dazai. —me bajó— Ciérrala.

Cerré los ojos, bufando en el proceso, y me concentré lo mejor que pude.

Imaginé como la tierra volvía a unirse, haciendo que creciera en donde estaba abierta, en vez de juntarla simplemente.

Poco a poco, con pequeños temblores que asustaban a las aves que estaban descansando en las copas de los árboles (a juzgar por los ruidos que escuché), supe que la grieta desapareció.

Cuando abrí los ojos, casi me caigo de la impresión.

Mis hermanos estaban enfrente mío, sonriendo de oreja a oreja (o eso supongo, porque no se distingue nada de sus cuerpos, más allá de la boca y los ojos; además, como el sol está arriba de nosotros, se ven más transparentes, como los demás fantasmas que deambulan por el campamento).

— ¡Mierda! Me asustaron.

— Hola, Dazai. ¿Cómo te sientes, hermanito? —la burla era obvia en esas voces distorsionadas— ¿Muy cansado?

— Vuelvan al Hades, ¿quieren? —sentí como Mori me tomaba por debajo de las axilas para subirme, nuevamente, a su lomo.

— Papá dice que saber cuándo muere alguien, es una habilidad que viene con el control de los muertos —rieron—. Para que sepas, todos lo tenemos, así que no te sientas muy especial.

— Es horrible la sensación. Se siente como-

— Como si millones de fantasmas estuvieran rodeándote y casi que asfixiándote, sí —asintieron—. Lo sabemos.

— ¿Algo más que quieran decir?

— ¿Cómo te fue con las rosas? —la sonrisa era tan gigante, que sentía que me devoraría en cualquier segundo, pero las ganas de que desapareciera era mayor.

— ¿Ustedes sabían el significado? —asintieron— ¿Y no pensaban decírmelo?

— Mhm... nop. Es más entretenido cuando no sabes.

— Jódanse, y vuelvan donde pertenecen.

— Auch —lloriquearon, riendo al mismo tiempo. A los segundos, desaparecieron entre las sombras.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now