007: Buscar manzanas es más peligroso de lo que parece

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El bosque era más lindo de lo que esperaba que fuera. Jamás había visto tanta vegetación junta. Atsushi me explicaba el nombre de cada árbol o planta que veíamos al pasar.

Luego de un rato explorando el precioso lugar y buscando, sólo encontramos dos manzanas, pero ningún monstruo había aparecido en todo el trayecto; algo que ponía muy nervioso a Atsushi.

— Ya deberían de haber aparecido. —su voz era baja, pero tenía el matiz de preocupación bastante claro.

— O tal vez están todos en el lado de Chuuya —intenté reconfortarlo—, no te preocupes.

— No sé, Dazai... ¡Mire! —gritó, apuntando un árbol—. Una de las  manzanas.

Se encontraba tan arriba que ni tomando a Atsushi en mis hombros alcanzaría para poder agarrarla. Tendríamos que escalar; pero claro, estamos con un hijo de Deméter por aquí.

— Atsushi —lo llamé— ¿Puedes hacer algo con las plantas para que caiga la manzana?

— Eh... puedo intentarlo —respondió, acercándose al árbol. Tocó el tronco de este y cerró sus ojos, concentrándose.

Al principio no pasaba nada, pero luego, vi como una ramita pequeña crecía de la nada en medio del árbol, al lado de la manzana roja. La rama —mientras iba creciendo— empujaba a la fruta que se encontraba enganchada entre las hojas y otras ramas del gran árbol. Luego de un rato, cayó. Antes de que tocara el suelo, la agarré con mi mano.

— ¡Wow! Atsushi, eso fue increíble —le dije—. Tenemos tres manzanas ya. Probablemente Chuuya y Kouyou deben tener las otras, ¡ya casi terminamos!

— Gracias, Dazai —sonrió avergonzado—. Eso no es mucho, John puede hacer muchas otras cosas —me explicó—, me enseña cuando está libre.

— Controlar plantas es asombroso —comenté sonriéndole.

Antes de que Atsushi pudiera decir algo, un bicho de color cobrizo me arrebató la manzana con sus patas en un movimiento rápido.

— ¿Pero qué...? —ni terminé la oración cuando otros tres bichos más se acercaron a la cosa con la fruta en sus patas. Se colocaron a su lado— ¿Son... murciélagos?

— De cobre —murmuró Atsushi.

— ¿Robots? —pregunté.

— Son de... Hefesto —agregó—, así que es lo más probable...

— ¿El Dios? —pregunté asombrado. Aún no me acostumbro a que los Dioses sí existan. Lo que conlleva con ellos es más fácil de creer, porque lo estoy viendo mucho más seguido aquí de lo que jamás podría haber pensado, pero los Dioses jamás se dejan mostrar... exceptuando a Dionisio, él no tiene opción.

— Sí... —Atsushi estaba retrocediendo y casi se tropieza con las raíces de un árbol.

Saqué una flecha de mi carcaj mientras los murciélagos nos miraban con sus ojos mecánicos brillando en un rojo potente. Vi que en el centro tenían una especie de hoyo; debía ser su punto débil.

Cuando empecé a apuntar, muy, muy lento para no llamar la atención, se me abalanzaron encima.

— ¡Dazai!

La flecha cayó en un árbol cercano mientras los murciélagos me intentaban arañar con sus garras y alas filudas.

Cuando intenté alejarlos cual mosquitos, el murciélago-uno salió volando. Oh, no, eso si que no.

— ¡Atsushi! Sigue a ese murciélago —formulé. Por suerte, el albino había lanzado una flecha hacia uno de los murciélagos que me arañaban segundos atrás. No le llegó en el centro, pero le voló un ala, haciendo que caiga en picada. Salió corriendo en busca del murciélago número uno.

Hijos de Divinidades || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora