La luz que percibía, aún con los párpados cerrados, empezó a molestarme. El espacio vacío en la camilla también.
Ya he sentido esto antes, ugh.
— Buenas tardes, dulce durmiente —escuché la voz de Chuuya a mi lado—. ¿Cómo te sientes? —sonrió un poco, con sorna, cuando mis iris se encontraron con los suyos.
— ¿Qué hora es? —dije apenas, aún demasiado adormilado para pensar en cómo me siento.
— La hora de almuerzo.
— ¿En serio? —me incorporé de golpe. Dormí ¿cuánto?, ¿ocho horas?
Suena poco, pero es lo máximo que he dormido desde el incidente de las bombas.
— Como estás en la enfermería, y aún no te hago el ticket de salida, podría traerte tu comida para acá. —se levantó del asiento en el que estaba, acercándose a la cortina cerrada del box.
— ¿Puedes hacer eso?
— Es más fácil hacerlo cuando Dionisio no está en el campamento. —se encogió de hombros— Ahora son las ninfas las que hacen las comidas; son todas iguales, a menos que pidas más o algo diferente con anticipación.
— ¿Y qué es? —bostecé, quitándome el pelo de la cara.
— Ensalada con pollo y manzanas —suspiró—. Pedí si te podían hacer cangrejo, pero no han pescado últimamente, así que no había.
¿Él en serio se tomó la molestia de preguntar?
Vaya...
— Que lindo perro que tengo —murmuré, mirándolo a los ojos que tiene. Parecía que hubiesen cortado esferas del cielo y le crearon esos iris especialmente a él.
— No soy un perro. —frunció el ceño, casi ladrando.
— Entonces, ¿por qué actúas como uno? —solté, sonriendo de lado.
— Que insoportable que eres —bufó y rodó los ojos, saliendo del box, dejando la cortina abierta.
— ¡Oye, pero ciérrala!
— ¡Nop! —exclamó desde las escaleras. Incluso con esa distancia, pude ver la sonrisa que se le escapaba.
— ¿Dazai? —escuché mi nombre desde una parte de la enfermería que no alcanzo a ver con las otras cortinas que me rodean. Sin embargo, sé que no es muy lejos.
— ¿Arthur? —formulé, bajando de la camilla.
Abrí la cortina a mi derecha, y ahí estaba. Más pálido que siempre, sin embargo. El frío que debe de sufrir, a pesar de tener un sol de verano fuera de la enfermería, debe ser tan grande, que puedo sentir la cantidad de capas de ropa y sábanas que tiene encima, con solo verlo.
— ¿Qué te pasó, Arthur? —sus ojeras estaban demasiado marcadas; hasta las de su novio se quedan atrás.
— No se sabe muy bien. —se encogió de hombros— Suelo recaer a veces. Esta vez fue peor, supongo. —tosió un poco, preocupándome más. Ayer estaba en perfecto estado...
— ¿Es por tu enfermedad?
— ¿Chuuya te contó? —asentí, sentándome en el banco que tenía su box; este está decorado con flores de colores suaves— No es una enfermedad, en verdad. Los mortales no tienen respuesta, así que no se le puede llamar así, ¿no crees?
— ¿No tienes idea de lo que puede ser? —él estaba tan... demacrado. Tan poco vivo.
Parecía que algo le chupaba el alma, pedazo a pedazo.
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Hijos de Divinidades || Soukoku
RandomDazai Osamu es un chico de 15 años que, un día tan aburrido como cualquier otro, se enteró de su verdadera naturaleza. Él es un semidiós. Con los años, vivirá en carne propia una profecía que, dependiendo de sus acciones y las de sus seres queridos...