014: Rico néctar. Exquisito néctar

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Cuando terminé mi almuerzo, me fui a sentar con Chuuya a su mesa.

— No puedes sentarte aquí, Dazai —me murmuró—. Es contra las reglas.

— ¿Qué? —vi como los profesores me miraban atentamente desde su mesa central, casi como si me quisieran enterrar un cuchillo con sus ojos.

— Levántate —remarcó el pelinaranja. Rodé los ojos y eso hice.

— Que imbecilidad —murmuré por lo bajo.

— Ya casi termino. —me agarró del brazo antes de que me fuera— Espérame en la casa del árbol.

— Bien.

Me encaminé hacia la segunda casa de Chuuya, mientras escuchaba como sus hermanos se reían de mí.

— ¡No me la creo! —escuché que Piano Man rió.

— Shh —me defendía Chuuya, aunque se medio reía también—, no sabía. Déjenlo.

El camino fue aburrido. Casi no habían mestizos, ya que la mayoría estaban en el comedor. Sin embargo, siempre hay excepciones: me encontré con una dupla que caminaba sin prisa hacia el lugar. La diferencia de altura entre ellos daba cierta gracia.

El más bajo, cuando me divisó, me saludó con la mano. Le devolví el gesto algo confundido. Lo he visto en clases, pero no tengo idea de quién es.

— ¿Quién es? —escuché como el más alto le preguntaba.

— Un amigo de Chuuya. —y cada quién se fue por su camino.

El resto fue completamente silencioso. Me agradó bastante. El silencio es ameno.

Algunas ninfas se veían entre los árboles. Conversaban entre ellas o me miraban al pasar. Esos entes verdes son los más pacíficos dentro de todos en esta mitología. O de los que conozco por lo menos.

Cuando ya estaba cerca de la casa, me di cuenta que ahora el camino tenía letreros. Sonreí y me acerqué a ellos.

La forma en que fueron creados era impecable. Con una letra muy fácil de leer, incluso desde lejos, y apuntaban perfectamente a los distintos caminos del campamentos. Definitivamente, eran dignos de Kenji, hijo del Dios Hefesto.

Le agradeceré por ello más tarde. O haré que alguien más lo haga por mí, lo que suceda primero.

Cuando llegué a mi destino, no entre de inmediato a la cabaña en los árboles, sino, decidí pasearme un rato.

Di la vuelta alrededor del gigantesco árbol y me metí un poco dentro del bosque. No tan adentro o me encontraría con monstruos, no gracias.

— Hola —escuché un susurro. La voz se sentía... sin vida. Fruncí el ceño e identifiqué que provenía de a mi derecha. Pero no había nadie allí.

¿Será una ninfa?

— ¿Hola? —hablé— ¿Hay alguien allí?

No hubo respuesta alguna, tal vez lo imaginé.

Decidido a darme la vuelta y salir del bosque, fui interrumpido por otro murmullo.

— Por aquí. —escuché. Esta vez, el ruido provenía... de todas partes.

Miré hacia todos los lados, incluso hasta arriba, pero no había nadie, ni nada. Sólo árboles.

— Muéstrate —exigí con una voz gutural. Mi ceño no estaba fruncido, aunque quería estarlo. Lo retuve, para así no demostrar ninguna emoción en mi cara.

No sucedió nada por... un poco menos de 5 minutos. Luego, una especie de grumosidad se formó en frente mío. Era casi como una nube. Tan oscura como las tormentas.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now