010: Día de colada

508 85 136
                                    

Pim. Pim. Pim.
La lavadora sonó, sacándome de mis pensamientos.

Me levanté de mala gana (estaba comodísimo acostado en los acolchados sofás de la lavandería) y me dirigí a la máquina.

Saqué mis vendas y ropa, para luego colocarlas en una secadora —que estaban en la pared opuesta a las lavadoras, o sea, la pared de la puerta de la cabaña—.

Metí un dracma y apreté unos botones. La máquina empezó a sonar, haciendo su trabajo.

Suspiré y me volví a acostar en el sofá. No soportaba lo aburrido que era el estar esperando.

— ¡Algo interesante que pase, por los Dioses! —exclamé al aire.

Escuché el cuerno de los sátiros luego de un rato, indicando que la clase del último día había terminado. O por lo menos para la mayoría, ya que ni los de Hermes, ni los de Hefesto tenían la última clase los días martes. Algo que me parece maravilloso.

Cuando ya habían pasado cerca de 15 minutos, un chico de la cabaña de Atenea entró a la lavandería.

— Buenas tardes —saludó. Tenía el cabello largo rubio y amarrado en una coleta baja. Le llegaba un poco pasado los hombros. Sus lentes negros reposaban en su cabeza y sus ojos verde grisáceos me miraban de arriba abajo mientras abría una bolsa de tela que llevaba consigo.

Me levanté del sofá, quejándome en el proceso.

— Hola —le dije sin más.

Miró su reloj y fue a ver sus ropas que colgaban en los tendederos. Ya debían estar secas.

— Soy Kunikida Doppo —se presentó mientras doblaba su ropa y la guardaba, perfectamente doblada, en la bolsa de tela—. Hijo de Atenea.

Él era el mismo chico que vi pasar cuando esperaba a Chuuya en la mañana.

— Dazai Osamu —me presenté observándolo—. Hijo de no sé quién.

Lo observé doblar su ropa y guardarla por unos minutos.

— ¿En qué arma te va mejor? —me preguntó cuando ya estaba terminando.

— Espada.

— Nos vendría bien a los de Hermes este viernes —habló.

— ¿En lo de buscar la bandera? —asintió, colocando su bolsa con ropa en su hombro— Chuuya ya me habló de eso. Los de Apolo van a elegir a los de Hermes este viernes.

— Me parece bien —formuló. Entrecerré los ojos. Este chico era muy formal, su cara se ve joven, pero su actitud... un viejo en el cuerpo de un niño—. Dile de parte de los de Atenea que ganaremos, nuevamente.

— Ya —asentí y levanté las cejas—. Aunque si tienen a los de Atenea, no creo nos necesiten, digo, su madre nunca ha perdido una batalla y ustedes son hijos de ella.

— Creo lo mismo, la verdad, pero Ranpo prefiere tener a los de Hermes en nuestro lado, por esta vez.

— ¿Ranpo? —ya era la segunda vez que escuchaba ese nombre, y en el mismo día.

— El líder de la cabaña de Atenea —me explicó—. Mi hermano mayor.

— ¿Qué edad tienes? —le pregunté. Si en verdad tenía la edad que aparentaba, su hermano debía tener ya 18.

— Quince. —lo miré sorprendido.

— ¿Sólo quince? —tosió incómodo— Hombre, te ves más viejo. Mucho más viejo.

— ¿Disculpa?, ¿qué te hace creer eso?

— Eso mismo —reí con obviedad—. Hablas como viejo y ni lo eres. Aquí todos actúan como viejos —murmuré lo último.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now