022: Topos en el campamento

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Jamás creí que vería a tanta gente reunida en mi cabaña.

Estaban los de Apolo, los de Atenea, los de Hipnos, los de Deméter, los de Iris, los de Dionisio, los de Hefesto, la única de Nike, una de Némesis y algunos de Hermes. 27 mestizos en un solo lugar.

Al ser yo el único que vive aquí —legalmente, podríamos decirlo, porque todos en el campamento saben que Chuuya pasa más conmigo que en su propia cabaña desde que me reconocieron—, era "más cómodo" invadir mi espacio.

Por ser tanta gente, entre Paul, Chuuya, Oda y Albatross corrieron las literas a los lados, justo como está la cabaña de Atenea (perfectamente pudieron ocupar esa, pero Ranpo dice que era muy obvio y sospechoso, como si no lo fuera meter a más de la mitad del campamento en una sola cabaña).

Los de Dionisio trajeron unas bolsas llenas de comida (como papas fritas, galletas y esas cosas) que —por alguna razón— tenían escondidas en una caja fuerte, enterrada fuera de su cabaña.

— ¿Tienes algún plato, Dazai? —me preguntó Nikolai, caminando por toda mi cabaña como si fuera suya.

Rodé los ojos y bufé.

— No, Nikolai. No tengo ningún plato. —escuché su suspiro.

— Una pena... —dio una última mirada al lugar y se sentó en la alfombra, al lado de sus hermanos.

— Todos tomen asiento —indicó Ranpo, sentándose al lado de su casi novio.

Nos habíamos sentado por cabañas, formando un círculo. A mi lado derecho, están los únicos de Hermes que vinieron (Ango, Arthur, los Akutagawa y los Tanizaki). A mi lado izquierdo, están Chuuya y sus hermanos. Al frente, tengo a los de Atenea (Ranpo, principalmente) y siguen los de Hipnos, al lado del genio del campamento.

Dejando corta la descripción, estábamos bastante apretados.

— Muy bien —asintió Ranpo, robándole unas galletas a Nikolai, quien acababa de abrir un paquete, el cual dejó encima de un mantel que había dentro de su bolsa de comida—. Todos saben porqué estamos aquí, ¿no? —formuló con comida en la boca.

— ¿Podría especificarlo, Ranpo? —preguntó Atsushi, con una sonrisa de pura inocencia. ¿Cómo un niño como él podía estar en un lugar tan bruto como lo es este campamento?— Y dar las razones, claro. Hay que estar seguros de lo que dice sea... pues, cierto.

— Atsushi, sé que quieres ver la bondad en todos, pero hay personas que están corrompidas desde adentro —habló Ranpo, con una voz para nada juguetona o infantil como la suele hacer—, lo sabes.

— Sí, lo sé, pero-

— Pero nada. Sugimoto no es uno de nosotros —aseguró el de ojos verdes, sacando otra galleta del paquete—. Le está entregando datos al enemigo, el cuál tenía asegurado cierta información, que no se nos confirmó hasta hace poco. —me miró, tragando la galleta.

— ¿Enemigo? —cuestionó ahora Ace, frunciendo el ceño—. Ranpo, explícate bien.

Suspiró. — ¿Es muy difícil ocupar sus cerebros? —hizo un berinche como si fuera un niño pequeño— Bien, resumiré todo para los lentos como tú, Ace —sonrió burlón.

— Cállate, mimado —chistó el hijo de Dionisio, comiendo papas fritas. La sonrisa de Ranpo se expandió un poco por unos segundos, pero luego su expresión se volvió un tanto más seria.

— Ustedes saben la profecía; a modo general, por lo menos. —hubo un asentimiento de todos los mestizos que escuchábamos atentos al chico— La razón del porqué el Olimpo está en peligro... es por nosotros mismos, de alguna forma.

Hijos de Divinidades || SoukokuWhere stories live. Discover now