009: Apuestas con los hermanos góticos

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La clase con lanza fue mucho más difícil de lo que creí que iba a hacer.

El arma es muy pesada e incómoda. No me gustó para nada.

Puede que también no me haya gustado porque no soy buena en ella, ¡pero les juro que es difícil!

No entiendo como Akutagawa Ryuunosuke (un chico de Hermes) usaba su lanza como si fuera una pluma. Tenía talento en ello, lo admito.

— Tienes que encontrar el arma que más te guste y te resulte más fácil de usar, Dazai —me dijo el profesor cuando finalizó la clase.

Tenía la polera naranja sudada y mi cabello estaba pegado a mi cara. Por más patético que me veía, apuesto todos los sándwiches que tengo a que Tachihara se veía el doble de peor.

Se le había roto la camisa y la tenía llena de sudor. Juraba que ya tendría otros parches en su cara al finalizar el día. Ango me contó que él sólo era bueno en espada, pero era de los mejores del campamento en ello.

Supongo que tenemos nuestros fuertes muy específicos algunas veces.

El profesor se llamaba Herman Melville y era un centauro. Un viejo, literalmente. Ya estaba todo canoso y su parte de caballo era toda blanca (no sé si por las canas o ya era así de antes, pero parecía más la primera opción). Nos enseñaba a usar la lanza, pero él ni las tocaba. Sólo nos corregía la postura, no explicaba el cómo lanzarla, cómo golpear, etcétera. Jamás usando una él.

Veía que los únicos buenos en lanza eran Akutagawa, los tres de Ares y un chico hijo de Iris: Oda Saku... no sé cuánto. ¿Sakumoto? ¿Sakuno? ¿Sakaguchi? No recuerdo.

El profesor nos había juntado al final de la clase a mí y a ese chico para que me ayudara con la lanza.

— Dazai —me llamaba. Su voz era neutra, pero tranquila. Tenía demasiada paciencia conmigo y la lanza, era impresionante—, intenta tomar la lanza con la otra mano. Eres zurdo, ¿no?

— Eh, supongo —formule, pasándome el brazo por la frente, secándome el sudor con las vendas—. Sé escribir con ambas manos, así que no lo tengo muy definido, en verdad.

— Intenta al revés, puede que te resulte más cómodo —me explicó.

Y eso hice.

Y eso fue lo que pasó.

La lanza me resultaba más liviana y hasta podía lanzarla dentro del blanco (un maniquí que estaba a unos metros frente nuestro), aunque aún no en el centro marcado.

— Muy bien, Dazai —me felicitó, luego de poder atinarle al maniquí—. Anda a refrescarte.

— Estoy bien —hablé, quitándole importancia—. Sigamos.

— Seguiremos luego —me avisó, acercándome mi mochila—. El descanso y la hidratación son muy importantes, incluso en el combate.

— ¿Pero y si no hay tiempo para ello? —revisé mi reloj— No queda nada de clase, hay que aprovechar. —creo es primera vez que quiero de verdad intentar usar la lanza en toda la clase. Ahora que pude atinarle al blanco, quiero seguir con eso.

— Descansa —ordenó, ahora más serio. Me quitó la lanza de las manos y tomé mi mochila. Bufé y rodé los ojos.

— No soy un bebé —protesté, abriendo mi botella de agua—. Sé cuando tengo que descansar.

— Nunca dije que no supieras. —se sentó en el piso, a mi lado— Y si sabes cuando tienes que parar, Dazai, ¿por qué no lo haces? —él también empezó a tomar agua de su propia botella.

Lo miré atento mientras tragaba el líquido. Luego me senté a su lado, bufando.

— Suenas como un viejo.

Hijos de Divinidades || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora