Viaje

47 10 0
                                    

11 de febrero de 2028

Iriana

Me sentí atolondrada cuando salí al jardín. Un enorme avión de guerra estaba parado sobre el techo, o más bien sobre la terraza plana del edificio de atrás. Las alas estaban hechas a un lado, sostenido apenas por unos centímetros en la plataforma, demasiado pequeña para su tamaño real.

―¿¡Eso es suyo?! ―grité sobre el viento que me azotaba los cabellos.

―Sí. Es el resto de nosotros. Estaban del otro lado del ferry, pero decidieron venir hasta aquí, solo que se equivocaron ―contestó Tessa. Alzó el teléfono y llamó a alguien, que sin duda estaba ahí dentro―. ¿Acaso ese sitio luce como una maldita pista de aterrizaje? Está al norte, tienen una torre de control similar a la nuestra, ¿cómo es posible que no la hayan visto?... Me da igual, levanten el vuelo y váyanse, por el amor de Dios, van a demoler el edificio y a causarles infartos a la pobre gente.

Colgó y se guardó el celular en el bolsillo interno de la chaqueta. Bufó, exasperada, y volvió a entrar a la casa. La seguimos como fieles corderitos. Por mi parte y la de Matt, no entendíamos nada. El resto parecía reírse a sus espaldas, y eso, curiosamente, no le molestaba. Tessa era una militar distinta a la que hubiera imaginado.

Matthew no confiaba del todo en los nuevos compañeros, a decir verdad, yo tampoco. Me dio la impresión de que iba a agarrar el cuchillo de Carter para clavárselo en la columna. Antes de que efectuara el equivocado movimiento, lo sujeté de la muñeca y lo aferré a mi lado. Le hice una señal negativa con la cabeza que significaba que, aunque no estuviéramos seguros de nada, me tenía a mí. Siempre lo haría. Acto seguido, subimos al vehículo que nos llevaría directo hacia nuestra nueva vida.

Nos adentramos en un distrito diferente, los chicos delante de nosotros enseñaban sus identificaciones a cada guardia que nos interceptaba. Después del décimo, Kara amenazó con sacar su pistola y clavarle un buen tiro en la frente. Esa chica me caía bien. Tessa la regañó y continuamos avanzando hasta que llegamos a una pista de avión larga e interminable, donde descansaba uno de esos transportes que hacía tanto no veía.

―Curtis deberá explicar eso al ingeniero cuando estemos de regreso ―se burló Carter.

―¿Tu hermano? ―indagué, solo por curiosidad.

―Ni por asomo.

La escota descendió, rozando el suelo, y bajaron tres personas. Dos chicas y un chico, el tal Curtis indudablemente. La chica de la derecha tenía el cabello rojo como el fuego, igual que el mío, pero más cuidado y frondoso. La otra parecía menor, hasta tenía cara de niña. Nos dieron la bienvenida con el clásico saludo militar y luego pasaron a los abrazos y las bromas que habían estado impartiendo durante todo el camino.

―Creímos que los habían degollado o algo ―dijo la pelinegra.

―Todavía tendrás que soportarme en los entrenamientos, Tan ―respondió Tessa, dándole un puñetazo amistoso.

Todas las miradas recayeron en nosotros.

―¿Son ellos? ―preguntó la otra chica. Tenía un acento muy dulce, como si fuera de otro país, pero hacía tanto que no hablaba en su lengua que era imposible determinar cuál.

―Sí. Iriana, Matthew, ellos son nuestros colegas, Tania, Helena y Curtis. Miembros del Primer Comando.

Nos brindaron asentimientos corteses y los estudié. Eran más o menos de nuestra edad, quizás algo mayores, y lo más importante: no parecían querer matarnos.

2. La olvidada ©Where stories live. Discover now