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15 de febrero de 2028

Tessa

Respiré profundo tras abandonar la sala. Rowan me miraba compasivo, no hacía falta que le dijera cuánto me afectaba. Lo sabía, por eso le había pedido que viniera conmigo, para que me ayudara a explicar lo inexplicable.

―¿Te sientes mejor?

Asentí, tomé el relevo de los papeles y le di una sonrisa fugaz.

―Tengo que correr. Mucho trabajo.

―Ve, Comandante ―hizo el saludo militar con algo de gracia y se alejó hasta montarse en su auto.

Me subí a la camioneta y deposité las carpetas en el asiento del copiloto. Tomé mi radio y envié un mensaje al canal privado del Primer Comando, pidiendo que volvieran a reacomodar a los invitados. Detestaba enviarlos al hospital, pero no podía darles una habitación como las que teníamos en común hasta que estuviera segura de que lo soportarían.

Cuando entramos al comedor, no pensé que Iriana se alteraría tanto. No conocía su historia más allá de los papeles de mi padre. Todos esos años por su cuenta, contando solo con Matthew, debieron ser atroces. Esa estación había dejado de ser habitable hacía mucho tiempo, incluso llegué a preguntarme si ellos la habían usurpado y habían asesinado a sus anteriores ocupantes. Sin embargo, la forma en la que se habían aferrado a sus pertenencias y a ese lugar, me dio a entender que nosotros éramos los intrusos.

Esos chicos estaban más dañados de lo que yo alguna vez había estado.

Por eso no podía arriesgarme a platicar sobre las siguientes fases de mi plan.

Estacioné el vehículo frente al edificio principal. La primera vez que había estado allí, había ido a ver a Alex, en aquel entonces comandante, para firmar mi entrada oficial al ejército. La estructura había sido reformada y habían añadido cinco pisos más, en los que ahora funcionaban oficinas. Gracias al trabajo de mis colegas, yo no tenía que estar confinada a ese escritorio en el último piso y podía salir a hacer misiones con el Primer Comando y Beta. Nunca entendí cómo Alex se las arreglaba para hacer tantas cosas y estar en todos los lugares al mismo tiempo, y también estar conmigo. A veces era demasiado para asimilar.

Saludé a un par de soldados que se dirigían al archivador y presioné el botón del ascensor. Esperé pacientemente hasta que se abrió y me metí dentro. La calefacción me entibió los huesos y me bajé el cuello de lana hasta que pude respirar con normalidad. Estaba pronosticada una nevada para esa noche y estaba decidida a meterme en la cama con un buen chocolate caliente junto a Alex.

Las puertas del ascensor se abrieron y caminé por el pasillo desierto hacia mi nueva oficina. Según lo que me habían contado los arquitectos, la posición del edificio favorecía la entrada de luz y las vistas a la SHN.

Se había construido hacía un par de años, nosotros nos habíamos encargado de que la seguridad fuera de primerísima calidad. Los grupos que manejaban el funcionamiento electrónico de la base cedieron un manto protector azul, similar al que habíamos utilizado para encerrar a mi padre en la Torre de Control años atrás, con todas las modificaciones y ajustes necesarios para asegurar que ningún H. A. V. irrumpiera en nuestra paz. Funcionaba, era lo importante. La Dirigente Lourd era una buena persona, no me juzgaba por quién era yo y aceptaba mis decisiones en la base y mis sugerencias para mejorar la calidad de vida de los habitantes.

La vida había tomado un curso normal. Hasta que Iriana y Matthew llegaron.

Con el corazón en la boca, analicé los documentos de nuevo. Me los sabía de principio a fin, conocía las anotaciones de mi padre, imaginaba que él estaba a mi lado leyéndolas y quería revivirlo para poder asesinarlo. Me había deshecho de sus fotografías, un monstruo como él no merecía ser recordado. En mi estante predilecto había fotos con mi madre, fotos de niña, y recuerdos con mis amigos de la base. Mirarlas me hacía sentir un millón de veces mejor y me daban la fuerza que necesitaba para seguir con mi trabajo.

2. La olvidada ©Where stories live. Discover now