Estado de gracia

893 102 62
                                    

══════════════════════
¿Acaso mis ojos están viendo a Nate Archibald junto a un auto de alta gama esperando a Ashley Clayton en la puerta de su edificio?

Luego de estos días frívolos, sin dudas esta imagen es sorprendente de ver. Supongo que necesitaré mirar más de cerca para descubrir qué ocurre.
══════════════════════

Habían pasado dos días desde la noche en el hospital.

Lamentablemente, CeCe había fallecido. Serena no estaba en su mejor momento, pero después de recibir nuestro cariño decidió quedarse junto a su familia mientras se organiza el funeral. Así que seguimos adelante con el día.

No tengo idea qué tiene planeado Nate. Creí que simplemente nos reuniríamos a conversar, pero me dijo que estuviera lista a las 2 p.m., con ropa cómoda, porque iba a pasar a buscarme para ir a algún lugar que hasta el momento desconozco.

Estoy un poco nerviosa... pero ver la sonrisa de Nate cuando lo encuentro afuera de mi edificio es como un bálsamo de calma.

— Entonces —dije al alcanzarlo—, ¿vas a revelarme algo sobre el plan o continuarás mordiéndote la lengua?

— Para tu desagrado, seguiré con lo segundo.

Se inclinó para abrir la puerta de acompañante del auto. Era el Maserati gris que le regalaron cuando cumplió 16 años. Nunca lo conducía. De hecho, ninguno de los dos lo hacíamos a pesar de tener varios autos a disposición.

En Nueva York se acostumbra a usar metro por el tráfico, aunque nosotros elegimos taxis o autos alquilados para delegar la tarea y poder estar atentos a otros asuntos. Sin mencionar los choferes privados. Si conducimos es en las afueras, o por una ocasión especial. Así que su elección de vehículo para el día me llama la atención.

— Podría tranquilamente acusarte de secuestro, ¿lo sabes? —bromeé mientras tomaba asiento.

Nate suelta una risa mientras cierra mi puerta. Entonces rodea al auto para sentarse frente al volante.

— Ten paciencia, todo está perfectamente calculado —contestó—. Podemos ser como queramos, no preocuparnos por la mirada del otro... Te va a encantar.

Y le creo.

Manejamos mientras hablamos de cualquier cosa que no tiene relación con la conversación que deberíamos tener. No sé cuándo fue la última vez que pasamos el rato solo porque estamos cómodos con la presencia del otro, contando vivencias cotidianas, haciendo bromas. Se siente bien.

No soy consciente del tiempo hasta que miro el reloj del auto y descubro que pasó un poco más de una hora. También me doy cuenta que ya no hay rascacielos cerca.

Siento que Nate me mira expectante, así que decido bajar la ventana para averiguar de una vez a donde me ha traído. Y cuando a lo lejos noto la rueda de la fortuna, no puedo evitar soltar un grito ahogado.

— ¡Nate! ¿De verdad venimos aquí? ¿Me trajiste a Coney Island?

— Sí —dijo sonriendo. Parece orgulloso—. ¿Te gusta?

— ¿Estás bromeando? —cuestioné sorprendida—. ¡Me fascina! No puedo creer que lo hayas recordado...

Me vuelvo reflexiva cuando la euforia baja.

Hace unos años le había dicho a Nate que mis recuerdos favoritos de la infancia eran mis visitas a Coney Island con mi abuelo, todos los fines de semanas cuando el parque estaba abierto. De hecho algunos de mis amigos, incluido Nate, nos habían acompañado en alguna oportunidad. Por supuesto, había visitado Disney, seguía siendo maravilloso cuando iba a alguno de sus parques; pero siempre reservé un lugar importante para esta parte de Nueva York.

Ashley Clayton | Gossip GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora