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¡ CHANGES ! chapter thirteen
-Realmente te ves preciosa- dijo su padre cuando vio a su hija bajar las escaleras. Se había convertido en costumbre que Jenny empezará a cuidar más de su imagen.
-Gracias papá- le dio una sonrisa timida, sus mejillas contenían un leve color rojo.
Como había dicho Bill, hoy quería hablar con ella, por lo tanto la había invitado cenar. El lugar no era muy elegante pero si lo suficiente para que la cantante se pusiera un vestido negro a la altura de los muslos, con unas mangas, también negras, transparente, con un pronunciado escote. Y por último unos tacones negros. Su maquillaje seguía siendo natural como siempre.
-¿Quieres que te lleve?- pregunto apagando la televisión.
-Si no es molestia- respondió ella.
-Claro que no cariño.
Se subieron al coche y tomaron rumbo a Beverly Hills. El lugar era realmente hermoso por la noche, con todas la luces encendida, el ambiente, era sencillamente maravilloso.
Dejo un beso en la mejilla de su padre y se bajó del coche.
En la entrada se encontraba Bill esperándola con una amplia sonrisa. Este llevaba una camiseta color negra, con una chaqueta de cuero del mismo color. Unos vaqueros azul marino con unos botas grises. Estaba muy guapo.
-¡Estas preciosa!- dijo al ver a su amiga.
-Tu tampoco te quedas atrás- dijo. Se rieron y entraron al restaurante, el cual era hermoso. Jennifer había estado muchas veces por esta zona pero solo de paseo.
Tomaron asiento en la mesa que reservaron.
-Bien, sabes perfectamente porque estamos aquí...
-Antes de empezar con el interrogatorio, cenemos-interrumpido a su amigo. Llamó al camarero y pidieron su cena y bebidas.
Tuvieron una agradable cena, El ambiente era muy acogedor y cómodo.
-Vale, ya hemos terminado de cenar, ahora si que si vas a responder a mi preguntas- dijo cogiendo su chaqueta de cuero.
-Joder- susurro en español. No solía hablar español, se había acostumbrado a estar todo el rato hablando inglés hasta con su familia, pero debes en cuando le salían expresiones.
Salieron del restaurante y empezaron a caminar sin rumbo. Las calles eran alegres, la gente cantaba o hablaba animadamente, de vez en cuando habían algunas personas que los reconocían y les pedían fotos y autógrafos.
-Mejor vamos a un lugar un poco más tranquilo, así no vamos a poder hablar tranquilos- ella sintió y pidieron un taxi para dirigirse a Santa Mónica.
