CAPÍTULO 8

16 5 0
                                    


—¿Cómo sabes que pedí un deseo? Ah, y ya sé que eres Mark Michaels, no sigas tratando de engañarme con eso de ser "un trabajador de editorial", porque te conozco bien, como la palma de mi mano...
Lo veo cómo sonríe levemente y asiente, mientras se rasca una de sus tupidas cejas oscuras, sus ojos miel ahora se clavan en los míos.
Trago en seco.
—¿Por qué estás tan a la defensiva? —De nuevo se acerca y yo retrocedo.
¿Qué por qué retrocedo? Nadie lo conoce en realidad como yo, nadie sabe que él es un hombre posesivo, intimidante, todo un apasionado; capaz de enamorarte con uno de sus adictivos besos y hacerte caer rendida entre sus brazos.
El reloj marca las doce y una dulce melodía inunda el lugar. Desvío la mirada y ubico el gran calendario rosa colgado en la pared, veo cómo el número del día 14 de febrero desaparece y es reemplazado por un espacio de color gris. Ahora todo el póster es de ese color y solo en el quedan los días desde el miércoles número 15 hasta el martes 21.
¿Qué clase de hechizo es este? No, no, no... Debo salir ya mismo de aquí.
—¿Qué demonios significa eso? No sé cómo has logrado llegar aquí, pero debes regresar al libro ahora... —Vuelvo la mirada a él, quien tiene su rostro a escasos centímetros del mío.
Estoy a punto de perder los estribos.
—No lo haré... —Niega con una expresión neutral.
Me río frustrada y miro hacia ambos lados.
—¿Por qué no? ¡Mark, regresa y hagamos que nuestras vidas vuelvan a la normalidad! —En estos momentos me encuentro demasiado alterada como para soportar idioteces. De nuevo niega con la cabeza, lo que me hace enojar—. ¿Por qué no?
—Primero: porque no sé cómo hacerlo; segundo: porque te necesito...
Niego, en un estado de contrariedad elevada. ¿Pero es que me están jugando una broma de mal gusto? Evito la mirada intensa de Mark.
—¡Hey! ¡Sé que hay una cámara escondida por ahí! ¡Ya descubrí la broma, no hace falta que continúen! —grito, mirando hacia todas partes.
—Si sigues haciendo eso van a pensar que estás loca... —susurra con un tono de voz tan neutral, que se me eriza el vello.
Me giro hacia él, mientras que ato con fuerza el lazo de mi bata, la cual ya estaba abierta debido a tanto ajetreo. Levanto la mirada y noto como enarca una ceja en dirección a mis piernas, frunzo el ceño y desvío la mirada.
—¿Entonces, qué propones? Porque en realidad no me creo ese cuento que no quieras, o no puedas regresar al libro. Debes volver, tienes que ser tú el que está..., el que está desordenando mi vida y el tiempo, o no lo sé...
Suspiro exhausta.
—Que vengas conmigo es lo mejor ahora y es lo que quiero que hagas. —Se cruza de brazos, tiene una expresión en su rostro de total seguridad.
¿Pero quién se cree que es?
—¿Perdón? Yo no acato órdenes ni cumplo los deseos de nadie. —Desvío la mirada y también me cruzo de brazos—. ¿Dónde está tu esposa Amanda? ¿Por qué no estás con ella? Es que no lo entiendo...
Exhalo profundo.
—¿De verdad quieres saberlo? ¿De verdad quieres saber por qué estoy aquí? —resopla airado y se acerca a mí. Sus tupidas cejas y perfecto cabello castaño, ahora acompañan su rostro en una expresión de molestia y mirada furibunda.
¿Qué le he hecho para que se ponga así? Con cada paso que da, yo doy dos más hacia atrás.
—Carajo... —Se me escapa una grosería cuando siento mi espalda chocar contra la pared.
—Estoy harto. —Niega y se encoge de hombros. —Estoy harto de vivir la vida que quieres, que me hagas hacer y sentir cosas contra mi voluntad, y que tenga que amar a Amanda cuando en realidad... —Se detiene abruptamente y clava sus ojos miel en los míos—, cuando en realidad no la amo...
Parece que mi cerebro y mi mente han perdido la conexión total.
—Oh, cielos, no puedo creerlo... —Niego y sonrío a punto de tener un colapso nervioso.
¡¿El protagonista de mi novela me está reclamando?!
—¿Crees que solo tú estás en problemas? Pues no... En algún momento deseé tener frente a mí a la persona que manejaba mi vida a su antojo como si fuera un títere; y aquí estamos ahora, ¿no es una locura?
Se acabó. Realmente se me ha freído el cerebro, no sé qué pensar sinceramente.
—Pero... Si se supone que los personajes de tus novelas o libros no vienen a la vida real. Me haces sentir como si fuera una mala persona cuando en realidad solo escribí una historia de amor y... Oh, cielos... Es que esto no tiene sentido alguno...
Me tomo la cara entre las manos y resoplo ruidosamente.
—¿Que no lo tiene? —Se ríe de manera lamentable—. Por tu culpa me siento frustrado ahora, por eso necesito que arregles esto y que cambies la historia, necesito divorciarme de Amanda cuanto antes... ¡Quiero ser yo mismo!
Mi corazón da un vuelco.
—¡No puedo! ¡¿Qué dices?! —Casi me atraganto con mi propia saliva al levantar la voz.
Eso no puede ser posible.
—¿Cómo que no? Eres la escritora, puedes hacer todo lo que quieras. Necesito y exijo que lo hagas... —Se cruza de brazos, mostrando su fornido cuerpo en una pose de enfado total que lo hace ver demasiado apuesto y varonil.
Por cierto, se me olvida que yo lo he creado. ¡Es tan apuesto como insoportable!
—Definitivamente no puedo cambiar el curso de la historia. ¿Qué les voy a decir a mis lectoras? Voy a hundir mi carrera como escritora aún más si hago lo que me pides. No es posible... —Niego y suspiro.
Busco una jarra de agua en la habitación, necesito agua o moriré de sofocación. Camino hacia la mesita de noche y me sirvo un rebosante vaso de agua, con algo de dificultad, debido a que mis manos tiemblan como gelatina.
—¡Muy bien señorita todopoderosa! ¿Ahora te crees Dios?
Escucho su voz detrás de mí.
—Técnicamente, yo te creé, así que sí, puedo ser la todopoderosa para ti. —Me encojo de hombros, dándole la espalda.
—No, no, no... A mí no me hables así...
Olvidé que el señor es un poquito prepotente y está acostumbrado a que todas las mujeres caigan rendidas a sus pies debido a su magnífica sonrisa y perfección.
—El epílogo que publicaré pronto no lo cambiará nadie. ¡Ni aunque me lo pida el presidente, el papa o mi difunta abuelita Macarena, que en paz descanse! —recupero el aliento y continúo—: Se irán por fin de luna de miel y un año después, tendrán una linda niña llamada Lindsay. Ese, es tu destino...
—Eres insoportable... —resopla.
Dejo el vaso sobre la mesa y ahora me giro hacia él y sonrío.
—No más que tú... ¿Serías tan amable de retirarte? Estoy exhausta y necesito dormir.
Le echo un vistazo a la mullida cama.
—Eres cínica... Disfrutas de la copia de mi casa, tienes el Ferrari que le compré a Amanda y disfrutas de la editorial y también de sus sirvientes. ¿No te da vergüenza imitar nuestra vida? Quédate con esta imitación, la real jamás la tendrás... —Se da la media vuelta y sale dando un portazo.
Será idiota...
Jamás quise vivir la vida de Amanda. No podía envidiar la vida ficticia de alguien que se supone que no existe. Nunca deseé que mi hombre ideal fuera como lo es Mark, ¿o sí?
Y estoy segura que las cosas van a empeorar...

Siete días con Mark MichaelsWhere stories live. Discover now