CAPÍTULO 14

7 1 0
                                    


Busco en todos los lugares posibles, mas no hallo la perfecta silueta de Mark. Me quedo aquí de pie, sintiendo un nudo en la garganta y mucho temor debido a que estoy sola y sin ayuda ahora.
—Bonita... —Escucho su grave voz a mis espaldas y me giro con el corazón latiendo a mil.
Sin siquiera pensarlo un segundo, me lanzo a su cuello y escondo mi cabeza allí, él se abraza a mi cintura con fuerza.
—Pensé que te habías ido... —dejo escapar un sollozo cargado de impotencia y de nuevo me aferro a su cuello.
Aspiro su aroma a sudor y perfume, sintiéndome en paz, tranquila y a salvo.
—Jamás lo haría. ¿Por qué pensaste eso? —Se separa de mí y toma mi rostro entre sus manos, clava sus mieles en mis ojos.
De nuevo este sentimiento, estas ganas de tenerlo a mi lado y pensar que nunca me cansaría de verlo aquí frente a mí, este temor agonizante de tan solo pensar no volverlo a ver.
Niego a su pregunta y lo miro a los ojos, tratando de ver un atisbo de esto que yo siento, que me inquieta tanto que creo que no volveré a dormir en días por su culpa, por no dejar de pensar en todo lo que me hace sentir; en su terquedad que me enloquece, en su rico perfume; su manera de hablar.
—Estás temblando. —Toma mis manos un poco heladas debido al frío y se las lleva a su tibia boca.
—Regresemos al auto. —Me sorprendo a mí misma cuando lo tomo de la mano y me encamino hacia el vehículo con él detrás de mí.
Pero es que simplemente quiero tenerlo a mi lado. El no dice ni una palabra, solo se sube después que lo hago yo y se sienta junto a mí. Le sonrío un tanto tímida, pero me acomodo para recostarme sobre su hombro y quedarme ahí.
—Estaba buscando señal con el móvil, pero no dio resultado. —Lo escucho suspirar pesadamente—. Tengo que hacer algo para que salgamos de aquí y seguir buscando una solución a lo de..., lo de mi regreso a mi "mundo".
Hace comillas con sus dedos.
Levanto la cabeza y me lo quedo viendo fijamente, no parece tan contento, creo que eso que acaba de decir sonó un poco dudoso. Me pregunto si se está replanteando las cosas como yo y si se siente como yo, pero no me atrevo a decirle y arruinarlo todo.
—Cuando amanezca por completo saldremos a buscar señal juntos y algo de comer, también creo que hay agua por aquí cerca —susurro mientras me acomodo mejor, pero él permanece estático, como si fuera de piedra, su respiración es irregular.
¿Lo estaré incomodando?
—¿Cómo sabes tanto? —Hay curiosidad escondida en su voz.
—Fui exploradora cuando niña, me decían Dora. —Hago un puchero fingiendo tristeza.
Echa la cabeza hacia atras y suelta una gran carcajada. Juro que es la sonrisa más hermosa, la más encantadora que he visto. Siento bajo mi mejilla cómo sus hombros se mueven al compás de sus carcajadas, no puedo evitar sonreír satisfecha porque lo hago reír al menos.
—No te pareces ni una pizca a esos personajes, eres demasiado hermosa. —Enreda mi cabello entre sus dedos y masajea el cuero cabelludo, relajándome por completo.
Levanto la cabeza y lo observo mejor de cerca, la luz del amanecer baña su bello rostro, mostrándome la mejor versión de él.
—Gracias. —Es lo único que puedo decir y sonreírle con franqueza antes de girar mi rostro hacia los árboles—. Ya veo con claridad el bosque...
—Y yo a ti... —Siento sus cálidos dedos rozar mi mejilla.
Desvío la mirada hacia él, con el corazón casi queriendo salirse de mi pecho, ambos recorremos el rostro del otro a medida que irremediablemente nos acercamos más y más, hasta solo rozar los labios y sentir aquella calidez. Cierro los ojos por inercia cuando siento su boca unida a la mía, buscando presionar mi piel y adentrarse con descaro entre mis dudosos labios, que ahora separo un poco al entender su insinuación. Dudosa, permito que él me guíe en esto, que se apodere de mí y que con sus manos recorra cada rincón de mi cintura mientras yo me aferro a su cuello y acaricio sus suaves hebras castañas. Me siento acalorada, con la mente embotada y la piel erizada debido a esta sorpresiva y nueva sensación que me recorre como si se tratara de ondas eléctricas. Nos separamos por falta de aire, pero de nuevo nos acercamos con prisa y volvemos a unirnos en un beso intenso, pero no apasionado, un beso en donde nos descubrimos el uno al otro, en donde siento que parte de mi corazón se ha entregado al hombre que lo hace latir con frenesí.
Después de un momento decidimos guardar la compostura para no terminar haciendo el amor una vez más.
Una voz masculina y el sonido de dos golpes suaves en la ventana, nos hacen volver a la realidad. Contrariada y espabilando en reiteradas ocasiones, humedezco mis labios y miro hacia el hombre que parece ser un oficial de la policía. De inmediato me muevo y abro la puerta, mientras Mark sale por la otra.
—¡Señor oficial! Qué bueno que ha llegado. —Me detengo frente al hombre y miro su auto estacionado detrás del de nosotros—. Nos hemos perdido y también nos quedamos sin combustible.
Me mira asintiendo y como estudiando la situación.
—Pasaba por aquí para hacer mi ronda matutina por los alrededores. —Se acaricia el bigote y de repente repara en mis pantuflas de conejito.
Un poco avergonzada desvío la mirada hacia Mark, a quien he pillado observándome con una pequeña sonrisa en los labios. Guarda un misterio que a veces me intriga.
—Si puede ayudarnos se lo agradeceremos mucho. Anoche me confundí de carretera y terminamos pasando la noche aquí. —Se dirige al oficial.
—Claro que sí. Tengo gasolina en mi cajuela y puedo guiarlos hacia la carretera principal. No hay problema... —El hombre regresa a su auto.
Le sonrío ampliamente a Mark y él me corresponde de la misma forma. Minutos después nos encontramos siguiendo al amable oficial que nos ayuda a llegar al camino de regreso.
—Al menos el destino nos sigue queriendo y nos dejó a nuestra suerte —dice aquello y sonríe mientras conduce.
—Yo solo sé que tengo hambre. —Suelto una risita y me recuesto sobre el asiento.
—Y yo... Ya nos estacionamos en un supermercado cercano, por aquí no hay restaurantes de carretera —niega.
De inmediato recuerdo mi ropa.
—¡Ay no! —Me llevo las manos al rostro.
Él se alarma.
—¿Qué ocurre? —Me mira a mí y luego a la carretera.
—Creo que olvidamos mi ropa, no la vi por ninguna parte y se me olvidó buscarla. —Me muerdo el labio inferior con nerviosismo.
¿Será que el viento la arrastró cuando nos quedamos dormidos? Escucho una carcajada suya y no puedo evitar mirarlo mal.
—¿Qué haré ahora?



*Perdón por haber desaparecido, pero aquí estoy de regreso con nuevos capítulos. Mil besos y espero que les guste.


Siete días con Mark MichaelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora