CAPÍTULO 22

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Asiento enérgicamente y grito que sí, que sí quiero ser su esposa. No me quedan dudas.
—¡Sí quiero!
Sonríe y me lanzo a su cuello para abrazarlo, le demuestro mi amor con un tierno beso en los labios. Coloca en mi dedo anular un anillo de color dorado con una piedra redonda en el centro, la cual parece ser un diamante. Algunas personas nos felicitan y después de eso nos encaminamos hacia nuestro siguiente destino. Luego de viajar durante toda la madrugada y parte de la mañana en el avión privado de Mark, por fin llegamos al aeropuerto internacional Ted Stevens, en la ciudad de Anchorage-Alaska. Es hermoso ver cómo el hielo a lo lejos es bañado por la luz tenue del sol que se cuela entre las nubes grises. Respiro el delicioso viento helado y este aroma a esperanza, también a pan dulce que viene de las cafeterías cuando salimos de la zona de migraciones. Camino casi atónita y distraída tomada de su mano, de él quien parece tan orgulloso de tenerme a su lado. Aún no puedo creer cómo este hombre no me deja ni pensar, cada segundo es una aventura con él, un cúmulo de todo y nada, de felicidades y momentos bellos que de repente se convierten en tristes al pensar que puede desaparecer. Pero no pensemos en eso todavía...
Observo embelesada cómo el cielo de un color gris claro parece unirse con los picos de las montañas salpicadas con nieve blanca. El contraste que da es precioso junto a los árboles verdes cercanos, un paisaje que admiraría por décadas aquí de pie junto a él.
—Te tengo una sorpresa preparada, pero solo lo sabrás cuando lleguemos a donde vamos. —Me sonríe al acomodarse su sedoso cabello.
—Ahora solo conseguí quedarme más intrigada. —Lo miro con reproche, él me guiña un ojo.
Me pierdo en mis recuerdos de hace horas atrás, cuando le di el sí y salté hacia sus brazos como una niña, y cuando deslizó en mi dedo el perfecto anillo de oro con una hermosa piedra de diamante. Luego nos fuimos al aeropuerto y abordamos un avión directo aquí, a Alaska, el lugar que siempre he querido conocer desde que tengo uso de razón y memoria.
Ahora tomamos un taxi que nos lleva hacia el Dimond center, un hotel que tiene una entrada preciosa, con grandes ventanales de cristal y no mucha decoración, lo que le da un poco de minimalismo. Nos instalamos en la habitación que Mark reservó para ambos, mientras miramos cómo el paisaje de hielo que se ve a lo lejos a través de los amplios ventanales, parece una imagen sacada de otro planeta surrealista.
Dos toques en la puerta se escuchan de repente.
—Yo abro. —Mark se me adelanta, así que continúo acomodando mis pertenencias.
De repente escucho varias voces, es como si un grupo de personas hubiera entrado aquí. Dejo lo que estoy haciendo, así que voy hacia allí, apenas llego las cinco personas se giran hacia mí con amplias sonrisas en sus labios.
—¿Esta hermosura es la afortunada? —Uno de los tres hombres se emociona al verme.
—Esa hermosura es mi prometida.

El misterioso Mark viene caminando divertido hacia mí, con las manos metidas en los bolsillos.
—¿Qué es todo esto? —susurro a su oído, viendo cómo ellos desempacan un montón de objetos de maquillaje y cabello.
—Por ahora tengo que irme, ellos te llevarán conmigo pronto, así que déjate mimar. —Me roba un beso en los labios antes de dar la media vuelta y marcharse con prisa.
Me quedo en medio de la sala de estar, con una expresión atónita y la mente confusa, pensando en otra locura que solo se le haya ocurrido a él.
—¡Entonces manos a la obra! —Uno que me recuerda a mi amigo Josh, aplaude emocionado y me lleva hacia una cómoda silla reclinable—. Relájate, vas a quedar más preciosa de lo que ya eres...
Les regalo una media sonrisa a todos, porque en realidad no comprendo qué es lo que está pasando. Cierro los ojos y permito que me hagan cuantas cosas en la cara, en las manos y pies, y fuera de eso también se concentran en mi cabello... Después de un largo rato que se me hace casi eterno, terminan.
—¡No, no! Todavía no puedes mirarte al espejo. —Las dos asistentes impiden que me levante—. Vas a ponerte esto y estarás lista, mientras te vistes nosotros nos encargamos de guardar todo y llevarte después...
No discuto nada, solo tomo la gran caja cuadrada que me tienden y me dirijo hacia el cuarto de baño. Observo que mis manos y pies tienen una manicura y pedicura perfecta, al estilo de una duquesa. Me siento sobre la tapa del váter y abro la caja de color rosa, no puedo evitar jadear de sorpresa al encontrar en su interior un conjunto de lencería sexy de tela negra casi transparente, unos zapatos de tacón color crema, y al final un hermoso vestido de novia blanco y largo, con escote corazón y corte princesa con pedrería dorada. Niego con la cabeza, Mark Michaels no es de este mundo, definitivamente. Entonces de todo esto se trataba la sorpresa. Suspiro al recordar que voy a casarme con el hombre de mis sueños y al mismo tiempo con una especie de fantasma que desaparecerá en cualquier momento. Exhalo profundo al tomar una pequeña nota en la que se encuentra escrito el voto matrimonial más famoso del mundo, ¿cómo no reconocerlo? Evito pensar en cosas tristes y sonrío, porque hoy es el día más feliz y alocado de mi vida, debo sonreír. Me visto como puedo, por lo que minutos después pido ayuda a una de las chicas para ajustar el cierre del blanco e inmaculado vestido.
Minutos después nos subimos a una esplendorosa limusina, no sé a dónde me llevan, trato de no imaginar nada, quiero dejarme sorprender. De repente me pregunto cómo demonios este hombre con solo chasquear los dedos consigue lo que quiere. Minutos más tarde nos estacionamos frente un camino rodeado de árboles, arbustos y flores. Por suerte parece que estos días no hace tanto frío.
Me ayudan a la bajarme del auto, y entonces cuando me detengo a un lado del camino, no puedo evitar preguntarme qué es lo que hacemos aquí, en este lugar donde solo se oye el canto de las aves. Mis acompañantes me piden que siga adelante, antes debajarse y venir caminando despacio detrás de mí. Me quedo con la boca abierta y los nervios aumentando.
Exhalo profundo antes de sostener entre mis manos el ramo de rosas rojas y emprender mi caminata hacia el frente, con la mirada fija en el norte, descubriendo así que a varios metros de distancia y entre la poca neblina que nos separa, se encuentra Mark, enfundado en un esmoquin de color gris y lleva una pequeña rosa en el bolsillo del saco. Sonríe al verme, mostrando así su perfecta sonrisa y esos preciosos hoyuelos en sus mejillas, peina su cabello castaño con gracias y clava sus ojos miel en los míos. Voy hacia él, sintiendo los nervios más disparados que nunca, caminando despacio para no pisar mi vestido y observando que mis familiares, amigos y otras personas me observan atónitos, no creyendo lo que está ocurriendo, igual que lo hago yo. ¿Cómo es que están aquí? ¿Qué está ocurriendo?
Al llegar casi atónita a su lado y acompañada del brazo de mi padre que no sé en qué momento me tocó, quizá por los nervios o porque las palabras no son capaces de salir de mi boca. Mark toma mi mano libre y me susurra lo linda que luzco hoy y nos guía frente al hombre que sonríe de una forma tierna al mirarnos.
—Bienvenidos... Vamos a ser breves...

Siete días con Mark MichaelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora