CAPÍTULO 19

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Escucho la fuerte discusión desde un rincón.
—Eres un imbécil! ¿Cómo puedes hacerme esto? Tanto tiempo botado a la basura. Está claro que no me mereces... —Ella llora, golpea el pecho de él, quien le dice palabras de arrepentimiento y trata de tranquilizarla, mas no lo consigue.
Respiro cada vez más rápido y mis sentidos me gritan que soy la culpable de todo esto. ¿No podía enamorarme de otro hombre? Puede que en mi mundo su relación sea un desastre y que él no la ame, pero en su mundo es todo lo contrario. Yo no tenía el derecho de meterme entre los dos, solo debía dejar pasar los días y alejarme de toda esta locura. La culpa me carcome, no puedo verlos y saber que por mi culpa se destruyó una relación. Ellos eran mi pareja favorita, y no quisiera sonar hipócrita, aunque en realidad, lo soy. Soy una hipócrita.
No me siento cómoda viendo aquello, así que tomo mi mochila y mis converse rosa, para después bajar las escalinatas en forma de caracol e irme de la casa. Haría bien en no regresar aquí ni a la editorial, si de todas formas este no es mi hogar, no es mi vida; Mark no es mío, nada es mío.
Camino despacio por la calle, pensando en todo y en nada, y en esa "nada" ese pelicastaño de sonrisa hermosa sigue presente, apareciendo en mis recuerdos. Está claro que su esposa nos va a hacer todo mucho más difícil y él no parece que tuviera mucho carácter con ella, porque de repente termina consolándola. Entiendo que antes de ser pareja fueron mejores amigos, y ahí, no hay Camila que valga. Yo aquí salgo sobrando, soy la manzana de la discordia y me enerva experimentar esa sensación. Seré recordada como alguien que se metió con el marido de otra, aun sabiendo que en realidad él nunca la amó, yo no tengo excusa. Soy una tonta por enamorarme de un hombre casado.
Exhausta y con la mirada gacha, llego a casa de mi mejor amiga.
Toco la puerta de la casa de Aly.
—Hola... —Levanto la mano a manera de saludo.
—Esa cara me dice que algo pasó. Sigue, vamos a mi habitación. —Me sujeta la mano y lleva casi a rastras escaleras arriba.
Suspiro en todo el camino, sintiéndome como una tonta.
—No he vuelto al trabajo, creo que mi jefe va a despedirme —digo eso cuando veo las carpetas de Aly reposar sobre su cama, al lado del bolso y sus lentes de aumento.
—Ven aquí. —Da leves toquecitos sobre la sábana—. ¿Qué ocurrió?
Me siento a su lado, recuesto mi cabeza sobre su hombro.
—No te imaginas. Amiga, me enamoré de Mark, pero su esposa ha aparecido de la nada en la mansión. No supera que él quiera el divorcio y yo me siento como una quitamaridos. No quiero volver a verlo porque a él parece que le gustara esa mujer y también... —Se me quiebra la voz de repente y no puedo continuar.
—No entendí nada, tía. —Me acaricia el cabello que me llega por encima de los hombros—. A ver... Ve más despacio, si no me explicas bien no podré ayudarte.
—Está bien. Lo que ocurre es que...
Respiro profundo, tratando de calmarme. Ahora estoy dispuesta a contarle todo en orden, así sea que me crea o no.
—¡¿Qué?! —grita mientras abre y cierra sus ojos color miel oscuro.
Lo sabía.
—Ya sabía que no me creerías esto —susurro cansada, y eso que aún el reloj no marca las ocho de la mañana.
—No es que no te crea, es que es increíble. ¿Sabes? Creo que si escribes esta novela, te harás famosa en un parpadear. ¡Sería sensacional! Aunque bueno, aún no sabemos cómo termina. —Se rasca el entrecejo—. Te creo, amiga. Obviamente tu casa ahora es muy diferente al pequeño apartamento de antes, también la repentina aparición de Mark es sospechosa. Quizá se trate de un error del tiempo ¿sabes?, o del destino... Ahora debo ir al trabajo y llevar a mi bebé a la guardería. Pero sigue mi consejo: vete con él a donde sea y vive esto que sientes, Camila, estas aventuras alocadas no se repiten dos veces en la vida, por eso debemos vivir cada día como si fuera el último. Ve con él y bésalo así como en las películas, cómele la boquita linda que tiene ese condenado playboy... —Se ríe a carcajadas.
¡Sí! Eso haré, al diablo con los prejuicios.
—Te amo. —Me levanto y le doy un beso en la mejilla.
—Y yo a ti. ¡Anda, ve por él! —Me da una nalgada.
Me río como tonta al bajar las escaleras, con el ánimo arriba. Creo que si Aly monta un consultorio de psicología, le iría de maravilla. Tomo un par de tostadas de la cocina y le doy un beso al pequeño Daniel antes de salir de la casa.
«¿Que podría perder?», me pregunto mientras voy de camino a la mansión. Acomodo mi cabello alborotado y mi ropa, mientras como las tostadas, porque tengo mucha hambre. Al terminar mi corto desayuno, busco en mi mochila algo de maquillaje y uso un poco, quiero verme algo diferente por lo menos.
Bianca abre la puerta y me recibe con una tensa sonrisa. Es extraño que sonría así, pero bueno, no tengo cabeza para ponerme a pensar en eso.
—El joven Mark está en el jardín con la invitada... —responde dudosa.
Entro, dejo el bolso en uno de los pedestales que sostiene un lindo florero y me encamino hacia el lugar. Respiro profundo antes de abrir la puerta e ir hacia ambos, pero en cuanto Amanda me ve llegar, toma la mano de Mark y la entrelaza con la suya. Aquella imagen me roba el aliento, pero no porque me parezca bella, si no todo lo contrario. Avanzo hacia ellos con paso firme, con la mirada puesta en él, quien permanece de espaldas y no nota mi presencia.
—Créeme cuando te digo que me haces feliz al darme esta noticia, sabes que siempre lo deseé. —Él se adelanta en decir algo, lo que detiene mi marcha.
¿A qué se refiere?
—Lo sé, mi amor. Solo confía en mí, sabes que te amo, nos gustamos y eso no lo puedes negar. Por algo se comienza, ¿no? Ella se ha marchado... ¿No te das cuenta que quiere separarnos? También debemos ser desconfiados, con solo mover un dedo podría desaparecer a uno de nosotros, a nuestros padres que tanto amamos o nuestros trabajos. ¿Permitirías eso, amor? —Ella se acerca con perversidad a su oído, pero antes que yo abra la boca, dice algo que termina de acabar con mis esperanzas—. ¿Permitirías que por una mala decisión nuestro pequeño desaparezca?

Siete días con Mark MichaelsWhere stories live. Discover now